Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres€.» Esta aportación de Eduardo Galeano en «Los Nadie» tiene su reflejo en Málaga, donde cada vez cuesta más caro cumplir el sueño de superar el umbral de la pobreza, con condicionantes más exigentes para encontrar un techo: Contar con nómina, disponer de dos meses de fianza y, a ser posible, ser mujer española menor de 30 años. Estos requisitos son los que escucho cada día cuando acompaño a buscar casa a los participantes del Programa de Inserción Sociolaboral que gestiona la Asociación Arrabal-AID junto al área de Derechos Sociales.

Las personas beneficiarias de este programa que han logrado un empleo se topan con la dura realidad del mercado inmobiliario cuando intentan acceder a una vivienda por sus propios medios. La situación llega a tal extremo que hay personas que incluso teniendo un trabajo se ven obligadas a dormir en la calle, dentro de un coche o, con suerte, en algún recurso de acogida dentro de la Agrupación Puerta Única formada por entidades sociales y Ayuntamiento de Málaga.

Personas que en algún momento de sus vidas se volvieron invisibles para la sociedad y que con mucho esfuerzo han vuelto al mercado laboral, algo que se convierte en una auténtica odisea cuando en muchas ocasiones no se dispone siquiera de un lugar para ducharse antes de acudir a una entrevista de trabajo.

Alcanzado el objetivo de encontrar empleo, comienza la ardua tarea por conservarlo, empezando por la aventura que supone en estos tiempos de dónde encontrar alojamiento. Si de manera individual es difícil hacerse con una habitación disponible, para las familias en riesgo de exclusión que atendemos en los pisos de acogida municipales, el hecho de alquilar una vivienda se vuelve una tarea casi imposible. El precio del alquiler en Málaga es el quinto más caro de España mientras los sueldos están muy por debajo de la media, con más del 40 por ciento de la población cobrando por debajo del salario mínimo. Desde el Instituto Municipal de la Vivienda se ofrecen una serie de recursos para estas familias, entre los que se encuentra una ayuda para alquiler de inmuebles de hasta 450 euros durante tres años, cantidad que cada semestre se va reduciendo hasta aportar la familia el 50 por ciento del total en el último tramo. Actualmente son muchas las familias con la ayuda concedida que no pueden disfrutarla por no encontrar quién les alquile (con contrato) a ese precio. Una medida pensada para generar seguridad entre los propietarios que pierde fuerza bien los prejuicios de muchos arrendadores, bien por la preferencia por el alquiler (burbuja) vacacional.

Parte responsable de esta situación es el desarrollo de un modelo de ciudad turística, donde son muy bien recibidos los euros, dólares o yenes de los visitantes mientras se está haciendo estragos tanto en el stock de viviendas disponibles para familias, como en la baja calidad del empleo que se genera. Una realidad que está provocando serios problemas en puntos como Ibiza o Barcelona, donde empiezan a escasear determinados perfiles profesionales imprescindibles, como es el caso del personal sanitario. Quizá en este momento ya nos escandalicemos y queramos poner límites o plantear nuevas opciones, sin embargo, una vez más, los que los sufren son los de siempre: los invisibles, los nadie.