Desconozco cuanto debía pesar la cartera del ministro de Fomento Iñigo de la Serna, pero sopeso que un huevo. Creo que hasta se sintió aliviado cuando la abrió en un desayuno de trabajo el pasado jueves en Málaga y soltó todo el lastre de sus antecesores. Las falsas promesas dicen que pesan. Así, de golpe, sin anestesia previa o pregunta incomoda de algún periodista, desparramó sobre la mesa un batiburrillo de proyectos cuyo único nexo de unión es que casi ninguno dispone de una cuantía mínima en los presupuestos del Estado como para ser creíble. Empezaron a salir tantas promesas y fechas, impulsos, convenios y mejoras y remodelaciones que el aplicado periodista que cubría el acto llegó a la redacción pidiendo una baja temporal para montar con urgencia una pequeña empresa constructora. Olía el pastel de la ansiada petición de los empresarios de que la economía se siente huérfana del impulso de la obra pública y decidió dejar el periodismo convencido de que este ministro no volvería tomarle el pelo a los malagueños como tantos otros hicieron en el pasado. De hecho, terminó el artículo y se puso manos a la obra.

De la Serna soltó del tirón el enésimo plazo de la prolongación del tren de cercanías hasta Marbella o Estepona; habló de una inversión de seis millones en el aeropuerto; anunció la licitación en otoño de la acceso norte al aeropuerto; defendió la opción low cost del by pass del Ave Málaga-Sevilla de Almodóvar del Río para cabreo del alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; firmó un documento clave que delimita el espacio de dominio público del puerto de Málaga que despeja el camino del gran hotel de lujo en el dique de Levante; habló de un impulso y renovación de las vías y soluciones de tercer carril para ancho internacional al parado (marginado) tren Bobadilla-Algeciras; comentó que harían mejoras en los accesos a la autopista de Las Pedrizas, AP-46; puso la primera piedra de la remodelación del enlace de Benalmádena en la AP-7; aludió a los insufribles atascos de Marbella que pretende eliminar con la mejora de los accesos de la A-7; explicó que en otoño encargaría el proyecto del enlace de Fuengirola; comentó que desde junio tiene en un cajón de su despacho la remodelación del enlace de Caleta de Vélez, pero que requiere un convenio con el Ayuntamiento veleño... No era de extrañar que la cartera le pesara un huevo.

Claro, después de la visita del ministro De la Serna se entiende mejor el por qué los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2017 para Málaga son los más bajos de la serie histórica en lo que va del siglo XXI. Las cuentas contemplan unos 138 millones de euros, un 40% menos que las de 2016, lo que hace casi inviable avanzar en ninguno de los proyectos que llevan años esperando ese «impulso» que tanto le gusta dar a los políticos a los proyectos cuando no saben bien cómo salir de un jardín regado con falsas promesas.

Pero entre todos esos impulsos, mejoras, remodelaciones existe un proyecto vital para el desarrollo económico de la provincia más dinámica de Andalucía como es el tren fantasma de la Costa del Sol que no está muy claro que se haga en el siglo XXI. En los presupuestos de este año sólo hay consignados, al igual que años anteriores, 350.000 euros para seguir mareando la perdiz con estudios sobre los diversos trazados manejados. El ministro, consciente del lío padre que montó su antecesora Ana Pastor (hay que recordar el ridículo que hizo la Junta de Andalucía con este proyecto hasta que pasó la responsabilidad al Gobierno central)quiso poner un poco de luz de cómo sería el proyecto ya que Ineco sigue trabajando en tres alternativas: por debajo de la A-7 y la antigua N-340, es decir soterrar 53 kilómetros lo que supone problemas técnicos y económicos; una alternativa mixta más al exterior en paralelo a la autopista AP-7; y una tercera alternativa con un nuevo acceso al hospital Costa del Sol.

De todas ellas, el ministro habló de un trazado en superficie y por el exterior de los municipios, opción contraria a la que defienden los empresarios, hoteleros, municipios..., ya que se aleja de los núcleos urbanos, el tiempo de conexión sobrepasa la hora y encima habrá que usar el vehículo para llegar a la estación. Una opción radicalmente distinta a la propuesta por la sociedad civil de Málaga que pide un trazado completamente nuevo desde el aeropuerto, para ferrocarriles de altas capacidades y que enlace con la Línea de Alta Velocidad.

Pero lo mejor de este decisivo impulso que Ana Pastor vendió una y otra vez en fechas electorales es que si se tiene en cuenta el extenso plazo de la Declaración de Impacto Ambiental, la información pública y la redacción de los proyectos y demás trámites burocráticos en los que llevan liados ya una década, el tren a Marbella todavía tendría por delante un mínimo de cuatro años de trámites o de fuertes impulsos, como se quiera. Al conocer este detalle, el periodista recapacitó y pidió que se le anula la excedencia. Así nos va.