Normalmente, el lenguaje de los profesionales del fútbol (jugadores y entrenadores) es rico en circunloquios, vaguedades y excusas de todo tipo. «Merecimos un mejor resultado», «El balón no quiso entrar», «Desde mi posición no pude apreciar si fue o no penalti», «El árbitro se equivocó siempre en contra nuestra», «Hay que olvidar esto y pensar ya en el próximo encuentro».

Declaraciones como esas son habituales al término de los partidos y no busquemos originalidad ni sentido autocrítico en la mayoría de los casos porque resulta mucho más cómodo responder con frases hechas al acoso de la prensa. No comprometen a nada y además no hay que romperse la cabeza buscando una contestación que pudiera resultar polémica. Últimamente, se ha puesto de moda iniciar la respuesta a cualquier clase de pregunta con la expresión «la verdad» o «la verdad es que». Y no hay entrevista en la radio o en la televisión que un futbolista no maneje con soltura y de forma insistente lo que un gramático quizás pudiera definir como una frase de intención apelativa. Invocar la verdad, para luego no decir nada es una exageración filosófica. Claro que también pudiera responder a un hondo, y hasta ahora no bien estudiado, sentimiento religioso. «La Verdad os hará libres», dijo Jesucristo a los judíos según nos cuenta San Juan en su evangelio. Y era también costumbre del Maestro empezar sus enseñanzas con la fórmula retórica de «En verdad, en verdad os digo...». Sea lo que fuere, la frase se ha puesto de moda y mientras no se mastique hasta la náusea no caerá de la boca de los futbolistas españoles (de los de otros países, no tengo noticia). Aunque ya hay otra guardando turno para cubrir su hueco. Se trata del verbo ´crecer´. A lo que parece, la obsesión de los futbolistas, como la de los niños, es crecer continuamente. Al menos eso es lo que manifiestan en sus declaraciones públicas. Como acaba de hacer un joven futbolista francés, Theo Hernández, al fichar por el Real Madrid, que se lo arrebató a su eterno rival previo pago de una buena cantidad de dinero. «Aquí creceré con los mejores», dijo en su presentación en el Estadio Santiago Bernabéu, donde fue recibido con los brazos abiertos por su presidente don Florentino Pérez. No sabemos qué altura deportiva llegará a alcanzar este muchacho de 19 años cuando termine su proceso de crecimiento allá por la treintena, que es cuando los futbolistas alcanzan su máximo rendimiento. A esa tierna edad, la ilusión de crecer (entendida la expresión como deseo de mejorar, o de madurar) es perfectamente comprensible. Lo que ya no se entiende tan bien es que la ilusión de crecer se mantenga en futbolistas al borde de la retirada, y con más kilómetros en las piernas que Mauri y Maguregui juntos. (Lo aclaro para jóvenes aficionados, Mauri y Maguregui formaron la pareja de medios más famosa del Athletic de Bilbao de los años gloriosos, cuando ser vasco era casi sinónimo de buen futbolista). Y lo digo porque he oído decir a más de uno que se marcha a ligas exóticas para prolongar su larga carrera que lo hace para seguir creciendo o para acumular experiencias positivas. Bendita ilusión.