El sueño de la esposa del pescador (1814) no es el más célebre de los grabados de Hokusai; el título se lo lleva probablemente La gran ola de Kanagawa, de la cual hemos visto reproducciones hasta la saciedad en los últimos tiempos. El sueño... representa a una buceadora japonesa a la que un gran pulpo le practica un cunnilingus, mientras otro más pequeño le besa la boca a la vez que le acaricia un pezón con sus tentáculos. La imagen resultará muy familiar a todo aquel que posea un manual de arte oriental, y sigue inquietando hoy día aunque tenga más de dos siglos de antigüedad; simboliza esos «dragones del Edén» que habitan en nuestro subconsciente desde tiempos remotos y que quedan en libertad en nuestros sueños, según el símil que nos legó Carl Sagan en su ensayo especulativo sobre evolución de la inteligencia humana. El arte es un vehículo formidable para canalizar esos terrores y ensoñaciones que surgen durante la noche, como los de la aludida mujer del pescador. Aunque nadie pensó que entre esos miedos estuviese el que los derechos de los moluscos pudiesen estar siendo vulnerados, ni que Hokusai promoviese la explotación sexual de los cefalópodos.

Artistas como Rops, Kubin y tantos otros siguieron en occidente la senda de Hokusai a finales del siglo XIX. También Santiago Ydáñez, pintor jiennense, muestra un par de cuadros similares (aunque con menos crudeza y pintando perros y gatos en lugar de pulpos) dentro de la muy recomendable exposición que ahora le dedica el CAC. La cual se ha visto envuelta en la polémica más absurda de los últimos tiempos, con intento de boicot incluido, al haberse querido ver en ellos -de forma increíble- una apología de la zoofilia por parte de algunos, incluida la Protectora de Animales. Se llama interpretación. La enseñanza del Arte en la escuela es más urgente que nunca.