Como Pedro, cuando se dirige a Nazario, en la vieja película de Henryk Sienkiewicz, de 1951, hay que preguntarle al ministro Ignacio Zoido «quo vadis» (¿adónde vas?), porque, con sus recientes declaraciones, ha criminalizado a las organizaciones que protegen la vida en el Mediterráneo y a las miles de personas que la pierden cada año en ese mar, al decir que estas organizaciones no deben potenciar la inmigración irregular. Y es que según consideró Zoido el día 5 de julio, a su llegada al consejo informal de ministros del Interior de la UE en Tallin, «hay que concienciar a las ONG de que se está para ayudar y no para favorecer o potenciar la inmigración irregular, cuando esa inmigración irregular está dando lugar a que corra peligro en el Mediterráneo, como está sucediendo con demasiada frecuencia».

Sus declaraciones son lamentables y demuestran una falta de empatía con personas que huyen de tragedias bélicas o económicas y arriesgan sus vidas por las rutas más peligrosas controladas por traficantes de seres humanos. Como si no fuera una obviedad el hecho de que las personas que huyen de los conflictos y la miseria optan por rutas más peligrosas, en manos de traficantes, debido a la inexistencia de vías legales y seguras, una responsabilidad que recae sobre los países -incluida España- y que están eludiendo de manera flagrante.

Las declaraciones de Zoido llegan después del anuncio de la creación de un «código de conducta» para la actuación en el Mediterráneo de los barcos de rescate de oenegés, que han salvado cientos de miles de vidas de migrantes. Lo más probable es que la medida ponga a estas organizaciones bajo control de las guardias costeras de Italia y Libia, que podrían así restringir su capacidad de salvar a los pasajeros de las inestables embarcaciones en las que viajan. En lo que va de año, 1.889 personas han muerto tratando de cruzar el Mediterráneo Central.

Sobre ello, la Coordinadora de ONG para el desarrollo (CONGD) y con especial énfasis Oxfam, Médicos del Mundo, Red Acoge o CEAR y desde luego la Plataforma de solidaridad con los y las inmigrantes de Málaga, se preguntan «quién necesita un código de conducta» mientras los países europeos construyen muros y vallas, colocan concertinas, expulsan ilegalmente a las personas, llevan a cabo expulsiones en caliente y legislan criminalizando a quienes son víctimas. Zoido ha naufragado en sus comentarios y seguramente no ha medido el calado de sus palabras, porque si echar una mano al que está caído en el camino o naúfrago en el mar es «irregular» es como cortar la tenue línea que separa la humanidad del exterminio. ¿El ministro no recuerda la vieja tradición del caído en el camino que es recogido por un samaritano mientras otros hacían la vista gorda? ¿No recuerda al hombre de bien que lanzó la pregunta clave de quién se comporta como ser humano, como prójimo, y la gente respondió al unísono: el que recogió al herido?

La inhumanidad se presenta en nuestras sociedades envueltas en celofán. Si el ministro viera con sus propios ojos lo que está pasando y escuchara en silencio las historias de los refugiados se volvería más sensible al dolor ajeno en pocos minutos. Y actuaría con la mínima dignidad que se le debe exigir a un ministro del Interior. Habría que explicarle que sin el trabajo de media docena de oenegés, el Mediterráneo sería aún más rojo con la sangre de un mayor número de muertos. Incluso habría que preguntarle: ¿Sr. ministro: es que no quiere que haya testigos de lo que está sucediendo en esa ruta central Libia-Italia?

Más bien podemos criminalizar a la Unión Europea por su pasividad, su cinismo y su hipocresía y por el incumplimiento de sus promesas en lo que se refiere a la aceptación de refugiados. La Unión Europea, por mucho premio Princesa de Asturias de la Concordia que reciba, ha demostrado que es incapaz de organizar una operación seria de salvamento marítimo en el Mediterráneo, convertido en un ataúd de agua. Podría ser criminalizada por no prestar ayuda a los náufragos. Incluso podría ser criminalizada por violar varios tratados internacionales. Y con ella, todos sus ministros del Interior, incluido el señor Zoido.

* Luis Pernía es presidente de la Plataforma de Solidaridad con los y las inmigrantes de Málaga