Pedro Sánchez asistirá a la clausura del congreso regional del PSOE andaluz (29-30 de julio). Lo que sería algo normal, una no noticia, la hemos elevado los periódicos a los titulares. Así están las cosas (aún) en el seno del socialismo, que más que seno es una teta enflaquecida que van a dejar seca si continúan algunos bandazos que no hacen sino beneficiar a Podemos y desencantar a muchos socialistas de toda la vida. O de toda la muerte, que ya va conociendo el cronista a más de uno que le ha dicho siempre que votaría socialista hasta que se muriera y ya va agarrando con poco asco e incluso algo de excitación, ora la papeleta electoral de Ciudadanos, ora la de Podemos.

Sánchez y Susana no se ven desde el congreso federal. Ni los más inocentes se atreverían a proclamar que se echan de menos. Parece que hablan poco entre sí. No es probable tampoco que alguien los haya juntado en un grupo de Whatsapp. Sánchez dará un discurso en Sevilla luego de que Susana Díaz haya elegido a su nueva dirección regional. O sea, la bendecirá. Nos aprestamos con la mejor de nuestras disposiciones, e incluso armados de paciencia, a leer titulares del tipo Díaz se rodea de fieles. No, si te parece mete a enemigos. Además, los fieles nunca lo rodean a uno, se ponen delante para protegerlo, detrás para no estorbarle o al lado, en posición de amigo que dialoga mientras pasea.

Cuando la presidencia andaluza se fortalezca en la dirección regional y opere en las direcciones provinciales, cuando todos los barones hagan lo mismo en sus territorios, Sánchez medirá fuerzas, contará afines, descontará díscolos y entonces? Entonces hará lo que ha hecho siempre: lo que le dé la gana. Si es que ve algo con ese embeleco que le nubla la vista y le empaña la retina y que no es otra cosa que el sillón de presidente del Gobierno con que le está tentando Pablo Iglesias.

Hay prisa por desalojar al Partido Popular. Uno nunca va a quitarle las ganas de empujar a un Gobierno a alguien que quiera hacerlo. Pero siempre he sido más partidario de que los gobiernos se alcancen, se llegue a formarlos, por el método conocido como elecciones. La imagen que proyecta Sánchez no es la de tener un proyecto autónomo con vocación mayoritaria; más bien la de un proyecto de igual a igual con Podemos, con quien conjuntamente podría hacer una moción de censura. Rajoy mira este espectáculo (con los Presupuestos aprobados, con Rivera sin romper muchos platos y con el PNV seducido con el cuponazo) como quien mira por la ventana en un día de lluvia a unos patos nadar. Tal vez si un pato mueve una patita algo más de lo acostumbrado él sienta una leve punzada como de inquietud ante un orden que se rompe. Algo así debe ser su desasosiego.

Obviamente, Pedro Sánchez está en su derecho legítimo de hacer lo que le venga en gana. Incluso de decir que hay más naciones que ventanas, por ninguna de las cuales se asoma para ver las cosas claras. Es su tiempo. Su gran oportunidad. Además, es eso lo que no dejan de repetirle los que siempre van prestos en auxilio del vencedor. Y sus fieles. Que lo rodean.