Me llama la atención la noticia publicada hace unos días según la que a partir de septiembre los médicos de familia de los centros de salud podrán pedir todo tipo de pruebas que le permitan hacer un diagnostico de sus pacientes.

Hasta ahora sólo los especialistas podían solicitar las pruebas diagnosticas. Es decir, el paciente acudía al médico de familia, que no olvidemos, es médico, éste lo derivaba al especialista tras meses de lista de espera, éste a su vez le prescribía las pruebas diagnósticas, no sin esperar otros pocos de meses para su realización, y por ultimo y tras otro puñado de días volvía a tener cita con el especialista para valoración, diagnostico y en su caso aplicar tratamiento a la enfermedad.

A alguien, no se sabe a quién, hay que dar las gracias por tan generosa medida, sobre todo en nombre de esos pacientes que tendrán la oportunidad de ver acortado los plazos para hacerles una simple ecografía, TAC o analítica compleja, o lo que es lo mismo, tendrán la suerte de ser diagnosticados a tiempo de cualquier enfermedad donde la diferencia entre salir de ella o no, superarla o que te venza, sea precisamente lo a tiempo que esta se diagnostique y trate.

Lo bochornoso, por vergonzante, es que muchos andaluces no han tenido la oportunidad de agradecer ese diagnostico a tiempo. Nuestro sistema sanitario andaluz los tuvo entretenidos meses entre citas, esperas, pruebas y mas citas para, al final, resultar incurable lo que cogido a tiempo hubiese tenido mejor pronostico.

No era tan difícil, si ahora se puede hacer antes también podía haberse hecho, solo hacía falta voluntad de aquellos que dirigen este cortijo. No era cuestión de mayor o menor gasto, el coste de las pruebas era el mismo las prescribiera un médico u otro, tampoco el problema radicaba en la cualificación de los médicos de familia, son magníficos profesionales y están preparados y formados para prescribir aquellas pruebas diagnosticas que permiten ganar un tiempo a veces vital. El problema ha sido otro: la sanidad andaluza ha utilizado la atención primaria como embudo, ninguneando a los médicos limitándolos en el ejercicio de la medicina que podían y querían ofrecer a sus pacientes, tratando a los usuarios con el mayor de los desprecios olvidando que lo que había en juego es la salud, haciéndolos sufrir unas listas de espera casi delictivas y lo que es peor, haciendo creer a los usuarios que esperar pacientemente meses un diagnostico era una obligación que tenían que aceptar con normalidad a pesar de no serlo. En cualquier caso y de ser cierto lo anunciado, todavía por ver, más vale tarde que nunca.