Los políticos son muy dados a presentar mociones de censura. Las hay de todo pelaje. Están las justificadas por que el mandamás de turno es un tuercebotas. Hay otras, las más, que son las oportunistas, como la que presentó Pablo Iglesias para desbancar a Rajoy y arrear un sopapo a Pedro Sánchez. Luego están las injustificadas, donde dos partidos de signo contrario y líderes que se repelen se alían antinatura para repartirse el botín de los puestos de confianza y demás. También están las que se compran con nocturnidad, alevosía y viajes, como sucedió en el esperpéntico espectáculo que ofrecieron los ediles del GIL en Marbella en 2005. Hay otras como las llamadas «mociones de censura encubiertas», donde un partido que es socio de gobierno de otro reclama una serie de prebendas bajo la amenza de dar un paso más. O las protagonizadas por tránsfugas, que son las más divertidas y que suelen acabar en los juzgados de lo contencioso administrativo como sucedió en el municipio de Ontígola. También están las mociones de censura tipo «tiro por la culata», siendo la más celebre la que en 2001 el BNG le puso a Manuel Fraga y éste tras dejar doce horas al lider de los nacionalistas gallegos explayarse sobre lo malo y feo que era el dirigente popular, disolvió el parlamento y convocó elecciones anticipadas. Existen también esas que se presentan a sabiendas que fracasarán por tener suficientes apoyos, pero permite al lider de turno lucirse en su escaño fustigando al rival con toda clase de improperios. Y luego están las mociones de censura que uno debe explicar muy bien, con detalle, despacito, para que los ciudadanos que han votado en las urnas entiendan como un partido cambia de opinión para dejar de apoyar a uno para hacer el amor político con otro.

Se supone que las mociones de censura en España tienen un carácter constructivo y continuista, pero hoy son lo más parecido a una arma arrojadiza de los partidos para descabalgar alcaldes y presidentes. Además, las mociones de censura han venido para quedarse, debido a que el nuevo escenario con la presencia de numerosos partido da pie a que uno, mientras se toma unas cañas y unas cervezas, marche también una moción de censura en el ecuador del mandato municipal.

Quizás tenga razón el Partido Popular cuando pide que se respete el gobierno para el partido más votado o se apueste por una sistema de doble vuelta donde los ciudadanos decidan (como debe ser) qué partido tiene que asumir el gobierno de un ayuntamiento, una comunidad autónoma o del país. Estabilidad.

Contaba hace días mi compañero Matías Stuber que «la democracia es un regalo que ha cambiado en la provincia desde 2015» a cuenta de que ya son siete las mociones de censura que han cuajado en la provincia, después de que el popular Francisco Salado recuperase la alcaldía de Rincón de la Victoria (ganó las elecciones), con el apoyo PA y Ciudadanos, que le quitó el PSOE con la formación Ahora Rincón, vinculada a Podemos. En esta particular guerra, los socialistas lograron sumar la plaza de Ronda, donde ahora gobierna Teresa Valdenebro. Cuevas del Becerro y Pizarra se suman a la lista de los pequeños municipios en los que ha habido un vuelco y a falta de menos de dos años para que haya nuevas elecciones, los tambores de una moción de censura impulsada por el PP retumban en las calles de Marbella y de Nerja. Sus razones tendrán.

Todo indica que la alcaldesa socialista de Nerja, sin presupuestos aprobados por el bloqueo de Ciudadanos, tiene los días contados. La dirección provincial de Ciudadanos se ha cargado a la anterior portavoz, Lola Sánchez, que no acudió el jueves al pleno donde se debatían los presupuestos. María del Carmen López es la nueva referencia de formación naranja en Nerja y sus primeras declaraciones indican que es más que probable que apoye la vuelta del PP a la alcaldía pero sin José Alberto Armijo a la cabeza.

En Marbella todo dependerá de lo que decidan en los próximos días el consejo consultivo de Opción Sampedreña (OSP), tras negociar una serie de reivindicaciones con el PP y el PSOE para obtener más medios humanos y materiales para el ejercicio de la autonomía en ese distrito de Marbella. En esa subasta el PP incluso ha aceptado retirar de forma sorpresiva el recurso contra el nombramiento de los directores generales como exigen los independientes de San Pedro. También han aceptado ampliar las bolsas de trabajo municipales, más trabajadores para San Pedro, externalización y privatización de servicios...

Cierto es que OSP no se entiende con Podemos, cuyos dos concejales son necesarios para que funcione el pacto de gobierno entre PSOE, IU y OSP, pero también es cierto que hace menos de un mes valoraron con un notable la gestión de estos dos últimos años. Sus razones tendrán y deberán explicar.