Hasta siempre, amigo

Ser amigos no entiende de edad y como tu bien decías «los tengo de todas las edades y nacionalidades». Gracias a un amigo común nos conocimos y las tardes se tornaron mejores cuando escribíamos juntos. A las cinco de la tarde. A las cinco en punto de la tarde, que diría tu paisano Lorca, dábamos rienda suelta a la pluma. Tú ponías los conocimientos y experiencias; yo, la juventud y lozanía. Eso sí, no sin antes invitarme a una chocolatina, que jamás permitías que quedara intacta sobre la mesa. Turismo y política centraban los artículos. El búho y el besugo, fieles a tu inteligencia. Siempre con ganas de aportar, de sembrar. Mayagüez y La Habana. Nuestros anhelos. Tú, porque sabías que al lugar dónde habías sido feliz no podías volver. Yo, porque mis ganas de volar te enternecían. Torremolinos: pasado, presente y futuro. Compartimos reflexiones, ideas e inquietudes. Cada tarde, una clase magistral. Con pocas personas he palpado el sentido común en el verbo, dabas ejemplo. Tu experiencia, Luis, me ha enseñado muchas cosas. Quizás, un regalo del azar. Tú amistad, a valorar el tiempo a cada segundo. ¡Queda tanto por hacer! No podremos retomar aquel texto, pero seguiré soñando con Cuba con la pasión que me has inyectado. ¿Y por España? Aún nos quedan muchos gafes a los que vencer. ¡Quién te conoce lo sabe! Gracias por ser maestro y amigo. Por tu arrojo, tu sinceridad y tu cariño. Esta pupila ya te añora, porque tenemos que hablar de muchas cosas... Compañero del alma, compañero.

María García GarcíaMálaga