A pocos días de que se inicie la Feria, es nuestra responsabilidad desde la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga hacer un balance sobre cómo están evolucionando los conflictos que más nos atañen, sobre cuánto afectan a nuestra vida diaria las decisiones que desde el Ayuntamiento o la Junta de Andalucía se han tomado, o bien se han dejado premeditadamente de adoptar pese a ser objeto de reclamación desde hace ya años. Sin duda, la Feria que se avecina será, de nuevo, la máxima expresión de todos esos problemas.

Somos muchos, no solamente sus residentes, los que pensamos que el Centro Histórico ha tomado una rápida y peligrosa deriva hacia lo contrario de lo que oficialmente ‘venden’ las instituciones: Ciudad Cultural y de los museos, de agradable convivencia de propios y extraños, se dice, cuando cada vez estamos más cerca del ‘modelo Magaluf’. Nuestras numerosas alegaciones públicas, e intervenciones en prensa, radio, televisiones locales, regionales y nacionales, e incluso en Pleno Municipal, solo han servido para constatar la ceguera con la que nuestras autoridades enfocan los problemas de la gentrificación y la turistificación, haciendo oídos sordos a cuantas recomendaciones hayan recibido. No solo las nuestras o de las del municipal OMAU (Observatorio de Medio Ambiente Urbano). Por ejemplo, el III Encuentro de la Plataforma Vecinal Europea Vivre la Ville Europe!, en el que participaron este mes de marzo más de 80 asociaciones de España, Bélgica, Francia, Italia y Portugal, constató que Málaga era un “ejemplo a no seguir” y apoyó de forma unánime a nuestra Asociación de Vecinos. Mientras muchas ciudades de Europa y España están tomando medidas para preservar sus Centros Históricos de problemas similares a los que padecemos en Málaga, aquí se practica la política del avestruz. Cuando otros arrían velas, nosotros las izamos con lunático alborozo.

En el barrio del Centro Histórico nos sentimos cada vez más como extraños en nuestra propia casa: formamos parte de un decorado saturado por el exceso de ocupación, en el que no se respetan nuestros derechos constitucionales y en el que se nos excluye de la toma de decisiones. El espacio público es invadido y privatizado sin ningún tipo de control gracias al acuerdo tácito existente entre las partes implicadas en su sobreexplotación. Y ello, a la espera de una nueva Ordenanza que dé por bueno todo lo que hoy por hoy no se quiere controlar, poniendo como excusa que las actuales ordenanzas están “obsoletas”. Calles impracticables por terrazas que crecen, elementos que estrangulan los pasos, privación del espacio para circular y aparcar, horarios irracionales inéditos en Europa, continua ‘toma de la calle’ para eventos de masas, basura amontonada entre la que desfilan despedidas de soltero y fanfarrias, etc. ¡Ay, pero es verdad, se nos había olvidado! Es lo que genera empleo, el motor del ‘crecimiento’… Eso si no tuviéramos en cuenta que expertos de todo el mundo están alertando del riesgo de poner todos los huevos en la misma cesta, de la decreciente rentabilidad del modelo: vienen más turistas, pero a costa de precarizar las condiciones de trabajo de quienes les sirven y de aumentar exponencialmente los costes (agua, saneamiento, residuos, seguridad, pérdida de la identidad histórica y social) para todos los ciudadanos de Málaga, no sólo los del Centro. La pregunta clave es quién se lucra, quién se beneficia de este modelo. ¿Se traslada todo este supuesto ‘boom’ a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos o solo beneficia al empresariado turístico o, mucho peor, a opacos holdings de inversión?

Y todo este ‘decorado’ se manifiesta, por ejemplo, como un inmenso generador de ruido. Existe hoy en día un tremendo desmadre por incumplimiento de las normativas que protegen el derecho al descanso, ya sean europeas, autonómicas o municipales. Poco o nada se ha hecho hasta ahora: llevamos años, estudio tras estudio, a la espera de que el Centro se declare ZAS (Zona Acústicamente Saturada), un tiempo en el que todos los Defensores del Pueblo han alertado del gravísimo problema de contaminación acústica de nuestros centros residenciales. Hemos exigido siempre medidas contundentes, pero nos encontramos con un Consistorio que, en cambio, deriva sus funciones de control a los porteros de los bares (¿el lobo cuidando a sus ovejas?), o que aprueba sin consenso vecinal permitir música amplificada en quince puntos del reducido territorio en el que intentamos trabajar y dormir, entre otros extraños ‘hábitos’ de los vecinos del Centro. ¡Aunque no hay que preocuparse, para todos estos incumplimientos tenemos a nuestro lado al Área de Seguridad, que acude en defensa de nuestros derechos! Y, si no, que se lo digan a los residentes de Madre de Dios, Beatas o Plaza Mitjana, entre otras muchas vías y plazas en las que la Policía dice que vela por nuestros derechos, pero jamás actúa de oficio. A esta falta de control de la contaminación acústica se suma la desregulación del sector de los apartamentos turísticos, una verdadera invasión del espacio doméstico: nos avasallan los turistas de borrachera, suben geométricamente los alquileres, nos expulsan de nuestras casas.

Todo lo anterior se condensará espectacularmente en una Feria que, antes de empezar, sabemos que será «un gran éxito» aunque hayamos sido ajenos a su ‘organización’ (desde el Ayuntamiento fuimos convocados hace apenas unas semanas y solo para comunicarnos las decisiones ya tomadas de antemano). Como desde hace años, reclamamos que la Feria se celebre en el Real, ya que pese a las múltiples declaraciones que teoriza sobre horarios, música y comportamiento cívico todos sabemos que el Bando, de nuevo, no se cumplirá, que será imposible garantizar la seguridad y la evacuación de las multitudes en caso de emergencia, y que tendremos que optar entre una imposible convivencia y el exilio de nuestras casas.

Pese a todas estas cuestiones, en absoluto renunciaremos ni a nuestros derechos, ni a nuestras viviendas, ni a nuestro barrio. Lejos del derrotismo, seguimos sumando fuerzas, energías y ganas para reclamar nuestra dignidad como residentes. Continuamos, pues, a la espera de ver en qué queda la respuesta de los poderes públicos ante la que se avecina.

* Alfonso Miranda Páez es presidente de la Gestora de la Asociación de Vecinos Centro Antiguo de Málaga