El Ayuntamiento de Málaga ha recaudado diecisiete millones de euros en multas y sanciones en un año. Y les parece poco.

La previsión era llegar a los veinte. A la Administración le va mal que el ciudadano sea bueno, aparque correctamente, no mee en la calle, no haga botellón o vocifere a las tres de la madrugada. Con el comportamiento ejemplar no se recauda. Si no se recauda no se pueden prestar buenos servicios. En el cómputo de los diecisiete millones se incluyen tasas como las plusvalías municipales, lo que da idea del concepto que nuestro nunca bien ponderado y amado ente municipal tiene de ese impuesto: es una multa.

No hay noticias de que el Consistorio (que es como llamamos al Ayuntamiento cuando no nos cabe en un titular o queremos ponernos finos) vaya a incitar a los que ponen sanciones a trabajar más y conseguir este año esos tres millones desaparecidos. Lo más curioso de todo esto es que haya un empleado municipal cuyo trabajo sea hacer previsiones sobre las multas. Es un trabajo tan surrealista y difícil que ahí tienen el resultado: se ha columpiado tres millones. No es que se pase tres pueblos, es que no llega al pueblo por tres millones. A partir de ahora, cuando vea a un beodo descamisado defecando en su portal y gritando Asturias patria querida no se sulfure. Piense que pueden cascarle una multa (a él, no a usted, que esta de mirón en la ventana) y que con ese dinero a lo mejor Limasa le deja la entrada al portal más limpio que una patena.

O tal vez esa multa sirva para entregar un merecido plus a un jefe de negociado con muchos trienios y propensión al café con leche, que hará bien en emplear ese extra en pasar unos días con su segundo esposo en Cangas de Onís, Lerma o Pontevedra, destinos turísticos quizás no tan en boga como otros pero donde bien puede desconectarse de las preocupaciones cotidianas y darse a los baños, el vino, el queso y la lectura de novela negra, como las de Jo Nesbo, que estos días anda dando entrevistas y ha dicho que no son los celos sino la ambición lo que incita a asesinar. Cabría añadir que también despiertan el instinto asesino comportamientos incívicos que se multan poco (yo es por darle ideas al Ayuntamiento) como ese de llevar el escape libre de la moto y pegar acelerones que te destrozan la siesta, los nervios y la paciencia. Tenga cuidado, los recaudadores no descansan en agosto. Ni se caen de la moto. Tampoco los vocingleros punibles. Nunca se multa a gusto de todos.