Leí anteayer la paliza del Real Madrid al Barça y me sorprendí alegrándome. ¿Qué pasa aquí?, me pregunté (hace un año celebraba los triunfos culés). La respuesta llegó pronto a la mente, es el nacionalismo; pero no el catalán, sino el mío. Aunque siempre me ha gustado el fútbol hace ya mucho que no milito, salvo en lo emocional con el Sporting. Pero, como ya contaba otra vez, he estado con el Barça cuando jugaba allí el Guaje (de Langreo), hasta que lo echaron y me fuí con él al Atléti. Luego volví al Barça de Luís Enrique (de Gijón), con quien estuve a muerte, hasta casi romper con el periódico nacional que le había cogido manía. Lo leía con asco, como si estuviera contaminado. Al irse Luís Enrique, dejé el Barça, que nunca fue del todo justo con él. Ahora no tengo equipo en Primera. Clama uno contra la pasión nacionalista, pero la echa uno por la puerta y vuelve por la ventana.