Por qué no se persigue en tierra a los traficantes y se espera a que sus inseguras embarcaciones se lancen al mar con su carga humana, poniendo así en peligro la vida de quienes viajan en ellas?

Eso habría que preguntarse sobre todo cuando, según testigos, hay en Libia enormes depósitos donde se hacinan quienes han pagado ya el precio de su traslado a Europa y esperan el momento de emprender la peligrosa travesía del Mediterráneo.

¿Quiénes integran esas bandas? ¿Con qué complicidades cuentan? ¿Qué canales utilizan para poner a buen recaudo el dinero recibido de quienes tratan desesperadamente de llegar a suelo europeo?

La guardia costera libia pretende ampliar su zona de actuación más allá de sus aguas territoriales, y las ONG europeas que participan en el rescate de los emigrantes sospechan que, más que a los traficantes, es a ellas a quien se apunta.

La ampliación de la zona de ´búsqueda y rescate´ hace sentirse cada vez más inseguras a esas organizaciones humanitarias, a las que desde Libia y también desde Europa muchos acusan de alentar el fenómeno migratorio.

Bajo la presión de la opinión pública, el Gobierno italiano estableció recientemente un nuevo código de conducta mucho más estricto al que deben adherirse las ONG que se dedican al rescate de migrantes en esa zona del Mediterráneo.

Los guardacostas italianos aconsejaron al mismo tiempo a las ONG que allí operan que, por su seguridad, no se acercasen a menos de 60 millas de la costa libia.

Ello significaría, según Médicos sin Fronteras, la muerte en el mar de muchos más migrantes porque «tan lejos (de la costa), nuestro esfuerzo es inútil», según explicó un portavoz de esa organización.

Pero hay otras preguntas que hacerse sobre los acuerdos para cerrar esa ruta migratoria como cuál es la situación en los centros de detención de ese Estado fallido que es Libia y que algunos equiparan a campos de concentración.

Se habla de condiciones infrahumanas, de palizas, incluso de torturas, pero también de hambre en esos lugares. Y entre las organizaciones de derechos humanos denunciantes figura Amnistía Internacional.

Tampoco facilita las cosas el hecho de que en Libia coexistan hasta tres gobiernos paralelos y que se disputen también el territorio decenas de milicias, entre ellas las del llamado Estado Islámico.

Sobre todo si se tiene en cuenta que algunas de las milicias se financian precisamente con el tráfico de esa mercancía humana, negocio que parece generar cada vez más dinero.

La Organización Internacional paras las Migraciones calcula en entre setecientas mil y un millón el número de personas que esperan actualmente en Libia la oportunidad de subirse a una embarcación para cruzar a Europa.

Muchos migrantes apresados en su intento se gastaron ya todo el dinero de que disponían y su eventual regreso al lugar de origen puede resultar tan azaroso muchas veces como la propia travesía del Mediterráneo.