No es nada fácil describir cómo nos sentimos los barceloneses tras el atentado del jueves en las Ramblas. A muchos, afortunadamente, nos ha pillado fuera de la ciudad.

La sensación es de una tristeza infinita mezclada con una gran inseguridad, y también una dosis fuerte de indignación.

Tristeza por las víctimas y sus familiares, 14 fallecidos hasta el momento (13 en Barcelona y uno en Cambrils) y más de cien heridos, algunos en estado crítico.

Inseguridad porque son nuestras calles, nuestros vecinos. Cualquier barcelonés que se precie ha subido y bajado mil veces la emblemática calle que conecta Plaza Catalunya con el paseo Colón y el Port Vell.

E indignación porque se rumorea que la CIA había puesto al corriente a los ´mossos´ y estos decidieron desmarcarse de las medidas preventivas.

Los medios hablan de un doble atentado. Pero los tentáculos del mismo se expanden hasta la localidad de Alcanar, dónde la noche del miércoles se produjo una explosión de gas que dejó otra víctima mortal. Aunque aún no se conocen todos los datos. Son cinco los terroristas abatidos, entre ellos el autor del atentado de Barcelona, por los mossos de escuadra en Cambrils (Tarragona). Fue allí donde se produjo el segundo atentado. Horas después del de las Ramblas un turismo arrolló a varias personas y agentes de policía en el paseo del club náutico.

Las Ramblas es el corazón de Barcelona y la Plaza Catalunya uno de los centros neurálgicos de la ciudad. Allí conviven grandes almacenes, El Corte Inglés o La Illa con pequeños comercios de toda la vida.

Son miles las personas que se apean en la estación de Catalunya y luego pasean por las ramblas y sus callejuelas colindantes. El mercado de la Boquería es uno de los mercados más hermosos y visitados de la ciudad. Es obvio que los terroristas sabían dónde se metían.

No podemos negar que hay una parte de responsabilidad occidental en el conflicto con Oriente Medio. Las distintas guerras han causado millones de víctimas y desplazados. Pero el asunto del yihadismo y su propósito de dominar el mundo es un monstruo que se nos escapa de las manos.

No debemos olvidar que todos sufrimos y podemos ser víctimas del terror yihadista. Y que ya son decenas los atentados perpetrados en el mundo entero.

Pero cuando te tocan tu ciudad te queda claro que ya nadie está verdaderamente a salvo. Nadie, ni siquiera los que abogan por la paz.

Barcelona es una ciudad de paz, de acogida de miles de personas de todo el mundo. Condenamos con rotundidad la guerra de Irak, y acogemos anualmente a cientos de refugiados de distintas nacionalidades. Aunque estábamos en el punto de mira nadie creyó que algo así podría suceder.

Hoy somos muchos lo que lloramos a las víctimas que ayer vimos tiradas como muñecos rotos en plena Ramblas; niños, mujeres y hombres de varias nacionalidades aplastados por el odio más absurdo y radical que antes de ser arrollados paseaban tranquilamente observando las estatuas y los quioscos de flores y helados.

No existe religión en el mundo que no condene un hecho de esta envergadura.

Es importante que el miedo no nos haga confundir el terror con el islam. Son muchísimos los árabes que quieren convivir en paz y lo demuestran a diario. No hay que olvidar que ellos también son víctimas del yihadismo. Todos lo somos.

A lo largo de la tarde fueron muchos los mensajes que nos llegaron de amigos y familiares del mundo entero. Afortunadamente mi gente está bien. Desgraciadamente no todos pueden decir lo mismo.