Por algo será que la de Málaga es la Feria del Sur de Europa. Algo tendrá que ver su tamaño, una gran feria en el centro y en el Real, la afluencia turística coincidiendo con el mes de Agosto, o que Málaga no es Cádiz, Granada o Almería, que también están al sur de Europa.

Encender el alumbrado, escuchar el pregón o los fuegos que marcan el inicio de las fiestas tiene detrás semanas de preparación, coordinación y dedicación de una parte considerable de empleados municipales del área en cuestión, sin quitar mérito a la edil responsable del evento. En definitiva, son muchas las personas que antes, durante y después, hacen que la feria de Málaga luzca lo mejor posible. La gente viene a nuestra ciudad feria tras feria, repite, y seguirán repitiendo, habiendo alcanzado este año cifras similares a las del record de 2016.

Algo se tiene que hacer bien cuando las peñas, hoteles y bares valoran positivamente nuestra semana grande, aunque como todo, siempre es mejorable. Pero una vez más confundimos lo que se puede mejorar, lo que no se puede evitar aunque sería lo deseable y todo lo convertimos en criticable.

Año tras año el discurso se repite, de un lado el equipo de gobierno del ayuntamiento valora positivamente los resultados de la feria, y la oposición crítica aquello que podría ser mejorable y lo inevitable, raro sería que la oposición se felicitara por el balance de feria. Para ello su crítica tendría que ir acompañada de propuestas, como por ejemplo cómo erradicar definitivamente el botellón, criticarlo es fácil, erradicarlo es más complicado y en el cómo hacerlo prefieren no entrar, así no se equivocan.

También es fácil cuestionar la limpieza, en feria se ensucia y mucho. La limpieza de nuestras calles y barrios deja mucho que desear todos los días del año, pero en feria es cuando menos merece ser criticada, sobre todo cuando no existen soluciones mágicas ante tal avalancha humana y no debemos de dejar de valorar el esfuerzo que supone limpiar cada día centro y Real. Alguno incluso va más allá y cuestiona al Ayuntamiento por el olor a orín en algunas calles, y tienen razón en lo del olor, pero ni el Ayuntamiento ni Limasa tienen culpa de que algunos hagan sus cosas en la calle, debe ser más rentable crítica política que a los guarros que se alivian por las esquinas.

Esto es como un decálogo que se repite año tras año, termina la feria y los que no gobiernan en la casona tiran del discurso del año anterior. Pero este año no ha sido igual que otros, media feria ha estado afectada por la huelga sorpresa de los taxistas sin que la Junta de Andalucía haya reaccionado hasta el miércoles, y para la oposición o no debe ser criticable, o no estaba en el decálogo aprendido de años anteriores, o en esto de la política cabe la critica pero no la autocrítica.