Era difícil entonar el himno Je suis Charlie junto a Merkel y Juncker, pero rectifico ahora que el semanario satírico francés ha ofrecido la mejor portada sobre los atentados de Barcelona. En realidad, es un certero editorial gráfico aderezado únicamente con cinco palabras, «Islam, religión de paz... eterna!» Solo le sobra el signo de exclamación de la era emoji. Viene a decir que quizás no es el momento más adecuado para celebrar la religión islámica, al igual que el descubrimiento de una red de pederastia sacerdotal no ofrece el trampolín idóneo para festejar los logros de la Iglesia en educación infantil.

La portada de Charlie choca porque describe exactamente lo sucedido. Por primera vez en la larga trayectoria del terrorismo en España, los familiares de los criminales hablan más que las víctimas. El fervor por estos jóvenes ejemplares pero un poco asesinos ha obligado a una revista francesa a cumplir la misión de documentar estrictamente lo ocurrido, un atentado de inspiración religiosa. Mientras tanto, la educadora social de Ripoll invoca a los carniceros en una cariñosa misiva post mortem, con el recordatorio de que su comportamiento «no es lícito». Tildar de ‘ilícita’ una matanza que se pretendía centenaria en número de muertos debe ser el mayor sobrentendido de la historia del terror.

Charlie Hebdo ha llamado a los asesinos por su nombre, el que escogieron a la hora de morir por una fe determinada. Retirar la religión de la ecuación implica insistir en los errores que han llevado precisamente al terrorismo islámico en su actual configuración. Hubo un terrorismo vasco, hay un yihadismo y una corrupción política, que no solo afecta a sus practicantes. Sin embargo, no conviene crisparse. Es preferible ceñirse a la frialdad del semanario francés, cuando reconoce en su editorial con palabras que, en Barcelona, «cada cual ha interpretado su papel como en una obra de teatro rodada». Charlie vuelve a recordar que el humor negro es el mejor antídoto del fundamentalismo sangriento. No todas las creencias son respetables, pero todas son dignas de sátira.