Se busca delantero. El Málaga CF encara los últimos días del mercado de fichajes como antaño, con los deberes más importantes aún por hacer. Nada que ver con la temporada anterior, cuando allá por el 7 de julio se hacía oficial el ilusionante fichaje de Sandro Ramírez. Después del culebrón vivido hasta atarse definitivamente el fichaje del mediocentro Rolón, todo apunta a que la vacante ofensiva será ocupada por el recién lesionado Rolán. Por cierto, jugaba hasta la pasada temporada en Boca Juniors un central de nombre Rolín, también uruguayo, por si alguno de los diferentes encargados de configurar la plantilla malaguista quiere en un futuro ampliar a trío los «roles» de este equipo.

Lo de este arranque liguero tiene más de película de terror que de comedia, por muy dados que estemos por aquí a hacer bromas de los peores dramas. Que el «todopoderoso» Eibar o el recién ascendido Girona hayan pasado por encima del conjunto adiestrado por Míchel con tan pocos argumentos dice muy poco a favor de este Málaga. Las sensaciones son las mismas que cuando se mantuvo en el banquillo el primo de Rolán, Gato Romero. Con Sandro lesionado la portería contraria parecía pequeñísima, mientras que a la mínima llegaban los goles del rival.

El refrán dice obras son amores, que no buenas razones. En fútbol, las obras son los goles y los artistas, los que más cobran: los arietes. De estos últimos se han marchado este verano tres puntales que juntos sumaron la mitad de las dianas malaguistas del pasado curso: 24 de los 49 goles ligueros. La sombra de los 14 tantos de Sandro, los seis de Fornals y los cuatro que anotó Camacho es, y todo apunta a que seguirá siendo, alargadísima.

Los goles, que son amores, de momento no llegan. En 180 minutos, ninguno. El sabio refranero español alude en aquello de que las obras son amores a que los hechos o acciones valen más que mil palabras. Y eso es lo que espera desde hace meses la masa social blanquiazul, esa que ha alcanzado un número histórico de abonados. La sufrida parroquia que no entiende ni siquiera de más y más jornadas en lunes sueña con un simple gesto, un proyecto de artillero con las suficientes garantías como para sacar a esta plantilla de la oscura situación a la que parece estar ya condenada (difícil asumir esto cuando ni siquiera ha terminado el mes de agosto).

Mañana se cumple justo un lustro, y parece que fue ayer, de aquel miércoles en el que la prensa portuguesa anunciaba la inminente llegada de Saviola al Málaga CF. Pero es que sólo dos días más tarde, justo el 31 de agosto, se confirmaba el fichaje del paraguayo Roque Santa Cruz. Eran otros tiempos, por supuesto. Se estaba fraguando la mejor de las plantillas de toda la historia, la que estaba llamada a guiar futbolísticamente el nombre de Málaga por todos los rincones del planeta. Ahora la afición apenas ansía un golpe de efecto, un balón de oxígeno. Ese que, sobre todo y por encima de todo, le aporte goles a un navío que pronto, demasiado pronto, ha empezado a tener el agua al cuello.

O se busca delantero en plena forma durante las próximas horas o el Málaga CF podría ver desmoronado su proyecto de toda una década en la máxima categoría en menos de lo que duró en antena aquel «Goles son amores» que en las madrugadas de Telecinco presentaba el ya desaparecido Manolo Escobar (sic) junto a Loreto Valverde e Inma Brunton.