Qué poco y mal amamos

Desde siempre ando estudiando galaxias, electrones y seres vivos.

Mi capacidad de asombro está a punto de estallar. Abrumado por la enormidad del universo, por la cantidad de moléculas de agua en un vaso, 10 elevado a 23, por la complejidad del ADN.

Qué maravillas, qué bien funciona todo. Los 34 billones de células de mi cuerpo tan estrictamente coordinadas. Qué prodigiosa perfección mi cerebro.

Pero digo que casi me asombra tanto lo mal que empleamos nuestra perfecta maquinaria. Lo mal que amamos. Lo mal que tratamos a seres humanos tan bien hechos. ¿Cómo es posible que los hayamos esclavizado, herido, matado, que tratemos así a los refugiados, que sigamos sin remediar las hambrunas?

Hemos evolucionado maravillosamente en lo fisiológico, pero aún estamos en la edad de piedra en cuanto a evolución del corazón. Aún somos unos bárbaros. ¡Qué vergüenza! Nuestra meta obvia es llegar a estimar a cada humano en su maravilloso valor. Llegaremos pero cuanto más aceleramos mejor.

Pablo Osés AzconaFuengirola

Rentabilidad social

La calidad de los empleos actuales y su provisionalidad decrece alarmantemente. En general, la ‘gente de la calle’ anda pendiente de lo que las instituciones hagan y los empleadores decidan. Empleadores más preocupados por la rentabilidad económica de sus empresas -y no los critico en absoluto- que por la social. En esta mercantilización de la vida en la que andamos, lo sorprendente sería lo contrario. Y así, esperando a Godot, la sociedad se nos desmiembra cada día un poco más. Y no solo perdemos la salud laboral y social (crecimiento alarmante de la dependencia), sino también la psicológica y física, inseparables de las dos primeras.

Nos hemos acostumbrado a la ‘buena vida’, pero no nos queda otra que seguir el camino de la rentabilidad social, a no ser -y estamos en nuestro derecho, claro- que elijamos directamente hacernos el hara-kiri.

Habrá que devanarse la mollera en la búsqueda de opciones distintas a las que estamos acostumbrados y que nos someten al control externo. Hipercontrol que no solo se lleva a cabo en lo social, que pareciera más lógico, sino también en lo personal. Sin conciencia de lo que nos estamos haciendo en ambos casos.

Gerardo Hernández ZorrozaMarbella