Justificar con manifestaciones

«España no es un régimen democrático y contestaremos con las calles llenas», ha dicho Puigdemont. Yo aprecio las manifestaciones, hasta el punto de haber participado, después de 1975, voluntaria y activamente, en miles de ellas, como puedo probar. Pero su valor, como lo de todo, es relativo. Porque en una democracia, precisamente por serlo, se pueden llenar y se han llenado las calles en favor y en contra de distintas opciones políticas y sociales, como el divorcio y el aborto. Si tuvieran la razón quienes más personas reunieran, hace tiempo que todos debiéramos ser hinduistas o islamistas, cuyas concentraciones están mucho más concurridas que las hoy tan devaluadas y turísticas manifestaciones de Semana Santa. Y en lo político -como lo son los nacionalismos centristas o periféricos-, deberíamos ser fascistas, nazistas o franquistas. ¡Eso sí que eran manifestaciones! Sus métodos, ya sabemos: fichaje y control por esquinas, como ahora los secesionistas, con su millonaria ilegal encuesta de opiniones y su control por esquinas y autobuses de las calles. Por lo demás, hay mentiras, grandes mentiras y estadísticas… falsificadas. El número de participantes en las grandes manifestaciones está sistemáticamente hinchado en España, hasta cinco o diez veces más que los realmente asistentes, como ha comprobado el único método fotográfico científico realizado sobre ellas. Señor Puigdemont, tampoco esa trampa cuela. A otro perro con ese hueso.

Diego Mas Mas. Torremolinos