No me refiero a las que uno haya dejado atrás, sino a las emociones que los no-mayores nunca podrán disfrutar. Tampoco hablo ahora de sentimientos, o del tipo de sentimientos que suelen asociarse a ´emoción´. Entre la segunda mitad de los años 50 del siglo XX y la primera de los 60 fue brotando, en una secuencia intermitente pero imparable, la emoción de la llegada a nosotros de los aparatos. La primera radio a transistores, la primera nevera, el primer tocadiscos, la primera lavadora, el primer televisor, incluso la primera tostadora. ¿Cuál era la naturaleza de la emoción?, ¿la simple novedad?, ¿el anuncio de la vida idílica dibujada en las películas americanas?, ¿la fascinación del progreso?, ¿el efecto multiplicador de aquellas promesas en una edad promisoria? Temo que la emoción que hoy provoca la salida de un nuevo modelo de móvil no sea equiparable a aquella, ni de lejos.