Es hora de que empecemos a tomar conciencia del grave problema que presenta la Catedral de Málaga, el principal monumento de nuestra ciudad. Preservar nuestro patrimonio histórico es una obligación de la administración competente, en este caso la autonómica, así lo dice la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía.

Y es precisamente porque los monumentos se deterioran con el paso de los siglos, que la conservación de los mismos es la única forma de garantizar su perdurabilidad. Esto lo entendería hasta el menos lúcido, como tampoco hacen falta muchas luces para entender que si la conservación ha de efectuarse de forma continuada y en base a planes previamente aprobados, hay veces que la urgencia requiere actuaciones inmediatas, así también está previsto en la Ley andaluza de Patrimonio Histórico.

El problema surge cuando no hay voluntad. Hace casi dos décadas la hubo, lo que no hubo fue lucidez a la hora de premiar en el concurso de ideas promovido por la Junta de Andalucía que sirvió para el recubrimiento de las bóvedas. En vez de optarse por el tejado a dos aguas proyectado ya en el siglo XVIII, se recurrió a la cubierta catalana, más barata, pero que añadió 450 kilos por metro cuadrado que soporta de más la estructura. Para que nos entendamos, aunque la obra costó casi dos millones de euros lo cierto es que la cubierta de la catedral se enlosó como una terraza, aunque a aquello se le bautizara como segunda piel.

La situación actual es acuciante, esa segunda piel está agrietada, en la Catedral hay filtraciones de agua y, como consecuencia de la humedad, desprendimientos que pueden poner en riesgo, además de la seguridad de las personas, el patrimonio artístico del propio monumento.

Pero esta vez el problema no es de lucidez, aunque el consejero del ramo no ande sobrado de ella, es de voluntad. Lo que debería ser una actuación urgente se está convirtiendo en un marear la perdiz. Hace casi un año que el Obispado entregó a la Junta de Andalucía el Plan Director de la Catedral, que básicamente es una descripción del monumento, diagnóstico de las enfermedades, deficiencias y necesidades de conservación y actuaciones a seguir, entre ellas solucionar el problema de las filtraciones.

Ese Plan Director ha sido contestado varios meses después con nuevos requerimientos por parte de la Consejería de Cultura. Mientras el problema de las grietas y las filtraciones continúan, y continuarán con las próximas lluvias.

Una vez se cumplimente, volverá a la Consejería de Cultura, para cuando proceda y haya voluntad, lucidez sería mucho pedir, y si no hay más objeciones dilatorias, pueda ser aprobado. Mientras el problema continúa y se agrava con cada vez más filtraciones, desprendimientos y el consiguiente deterioro del monumento. Una vez más lo que para la administración autonómica no es urgente, lo es para los malagueños: salvar su catedral.