Hoy es domingo. Nótese que empezamos esta columna dando una noticia. No es baladí. Tenga en cuenta que hay gente que no sabe en qué mundo vive. Por no saber ni sabe en qué país habita. O de donde se siente.

Hoy es domingo. Tal vez España a esta hora esté rota o ya haya habido alguna desgracia. Lo mismo a esta hora alguien una puñalada en el costado. Esperemos, por Dios, que no. Lo más seguro es que todo esté ocurriendo pacíficamente. O que nada ocurra. O que la vida siga, como tiene que seguir, con un señor de Murcia yendo a un bautizo, un sacerdote de Móstoles dando misa, un camarero malagueño sirviendo frituras o un nacionalista dando la murga, variante ésta del coñazo, cosa que algunos llaman la brasa.

Los catalanes tienen sus razones, pero no hay razón para haber llegado a esto. No se vaya. Esto no es un artículo político. Somos imparciales pero no neutrales. O al revés. El caso es que no nos gusta ni la violencia ni la sinrazón ni la falta de entendimiento ni el nacionalismo trabucaire y carlistón insolidario al que a veces, cuan lamentable, apoya la izquierda. Esto es un artículo sobre la vida, que siempre se abre paso. Salvo para los dinosaurios, tal vez.

Hoy es domingo y hay un niño con la pechera manchada de batido de chocolate que ríe y pide más; una joven que al fin ha quedado esta tarde con el chico que conoció hace ya demasiado tiempo en la disco. Todo lo que hoy ocurra será pasto de la historia, irá a un libro, tal vez como nota a pie de página. Lo importante no es hoy, han sido las vísperas. También las vísceras, las que se le han echado a todo esto. Lo importante es mañana y pasado, gestionar el desastre.

Lo importante es también, territorios y política aparte, que usted y yo tengamos ese mañana, o sea, un apto porvenir con sus pensiones y su nómina, un análisis clínico que nos salga limpio, las barbacoas del domingo, buenos libros y un beso, si es posible, cada mañana antes de encarar el día y sus afanes. Buen vino. Hay gente ahora encaramada al Facebook o al Twitter esparciendo odio y consignas. Hay que leerlas pero no hacerles caso. Es decir, practicar un suave anarquismo lejos de dogmas aunque paradójicamente colaborativo. Nada es seguro pero es seguro que no nos podemos dejar arrastrar a la nada. Animemos a nuestro equipo. Pero con empatía hacia el contrario.

Los pueblos que no conocen su histeria están condenados a repetirla y aquí nos ponemos histéricos como en el 36 a la más mínima. O en el 34 o el 23, primo. Hay gente que no lo entiende o que lo busca. Hay que decir no y dar gracias al Mediterráneo, como Serrat. Con todo, reconozcámoslo, ya nunca nada será igual. Nos lo hemos buscado.