Piqué ha pedido su ingreso en el Colegio de Comentaristas Políticos, que es el colectivo profesional más nutrido de España. Y Cataluña. No se pagan cuotas. Se pegan (y copian) argumentos. Cada vez que Piqué habla sube el flan. El pan, no. O sea, sube o se inflama lo accesorio, lo banal, lo anecdótico. No es que no valga o no sea importante lo que dice Piqué es que como dice tanto, acaba astragado, redundando o contradiciéndose . En fin, a mí me cae bien el hombre y creo en su compromiso con la Selección, que es como algunos cursis llaman a España.

-Y qué dijo ayer Piqué, si puede saberse.

-Ah! Y yo qué sé, hombre...

Pienso todo esto mientras trato de olvidarme de la funesta manía de las churrerías de mi ciudad de cerrar a las doce de la mañana. Así, unilateralmente. Sin diálogo. Por imposición. Pese a que la mayoría silenciosa y churrera nos cascaríamos de buen grado un par de churros o porras a las doce y cuarto; con el diario abierto de par en par, el café y una copita de orujo o anís, cosa sana si se ingiere en esa pequeña dosis y solo en días festivos como el de ayer. Día en el que todo parecía en orden como antes. O sea: la gente en Madrid grita viva España al paso de los militares y luego se va a por unos torreznos a la Cava Baja mientras que en Barcelona se practica una indiferencia calculada con toques de elegancia trufada de macarrismo y en provincias se ve a la cabra por televisión. Eso ayer. Porque vienen curvas de nuevo. Va a liarse y habrá desgracias. El lunes ha de contestar Puigdemont al requerimiento de Rajoy. Antes de las 10. Churrerías abiertas. La cosa va a enconarse aunque Sánchez ha dado un giro a la situación que podría proporcionar una mejor y más amplia base al constitucionalismo. Que paradójicamente quiere cambiar la Constitución. Reformarla. Los nacionalistas y Podemos quieren meterle fuego. No les vale con jubilarla, meterla en una residencia y quedarse con lo bueno de su herencia, no. Hay que humillarla y denostarla por ser la culpable, el marco regulador, del más amplio periodo de paz con democracia que hayan vivido los españoles.

Pero no tenemos remedio, nos hierve la sangre, que decía Azaña, hierve el temor a la igualdad y pese a que el aire de fiesta, de día festivo, lo disimula, se prepara el choque de nuevo. Soñamos con unas autonómicas que nos den respiro y nos hagan ganar tiempo. No sabemos para qué, pero eso y no otra cosa es la conllevancia para con Cataluña. Veremos qué opina Piqué y qué dice la España airada, pero ya curada de espanto y qué dicen en las redes sociales, que ya son más efectivas espoleando autocensuras que propagando argumentos. Odios sí esparcen. Viscoso y repugnante como aceite de tercera comprado y reutilizado por tendero truhán. Ojalá vinieran más fiestas. Resultan una tregua. Los parlamentos cierran y hasta los revolucionarios acuden a la paella familiar. España es un enorme conjunto de familias que comen arroz en casa de la matriarca mientras discuten del problema catalán. Algunos no llegan al postre.