Practicamos poco el extrañamiento. Suelo decírselo a mis alumnos del taller de escritura:

-La realidad solo cobra sentido cuando nos produce asombro. No hay mayor peligro para un autor que la familiaridad excesiva con aquello sobre lo que desea escribir.

Y es que la familiaridad lo desgasta todo, incluido el juicio. De ahí las dificultades para acercarse literariamente a lo más próximo. La gente prefiere hablar de África, donde nunca ha puesto el pie, que de su barrio. ¿Por qué? Porque no ha conseguido desfamiliarizarse de él.

El extrañamiento es una de las formas más duras del exilio, de ahí que intentemos evitarlo. Estos días hemos visto en la tele unas imágenes en las que Artur Mas juraba y perjuraba desde sus púlpitos que los bancos no solo no se irían de una Cataluña independiente, sino que harían cola para entrar. Nosotros, gente sencilla, sin conocimientos financieros, le creíamos. Veíamos a la gran banca americana y rusa y australiana solicitando el pasaporte catalán para instalarse en el Paseo de Gracia. Téngase en cuenta que quien lo afirmaba era un líder al que se le suponen conocimientos de política internacional de los que carecemos la mayoría de los contribuyentes.

Pues bien, los bancos se han ido sin que se produjera ninguna petición de entrada. Y el asunto no nos ha extrañado. No lo suficiente para la magnitud de la mentira. Lo hemos dejado pasar como si fuera normal, cuando deberíamos habernos abierto las venas.

¿Cómo se puede engañar de ese modo a todo un pueblo y continuar andando tranquilamente por la calle? Lo razonable en este caso es que el señor Mas, descubierta la farsa, se hubiera ido a su despacho, hubiera sacado la pistola que en todas las películas hay en el cajón del centro de la mesa, y hubiera procedido como los héroes o antihéroes a los que la ficción nos tiene acostumbrados. ¿Por qué no lo ha hecho? Porque hemos normalizado comportamientos absolutamente patológicos. Bien, de acuerdo, allá él con su imagen, pero usted y yo deberíamos poner el grito en el cielo y exigir a la vez que lo pongan las radios, las teles, los periódicos… El problema, ya digo, es que practicamos poco el extrañamiento. De ahí también la escasez de significados.