Hacia las 9:00 seguía sin amanecer, y no apuntaba maneras. Al comprar el periódico un amigo me pregunta si es un eclipse o será el fin del mundo. Le digo que se anunciaba para las 10, pero se habrá anticipado. Me pregunta qué hay que hacer en estos casos, si sentarse a esperar en una terraza. Digo que de momento ponerse del lado de acá, pues al otro está el Govern de Catalunya, y me mira como a un extraterrestre. Puesto que a las 9:30 sigue sin amanecer, y se achica el último reducto del optimismo (amanece, que no es poco), voy hasta el puerto local para ver que pasa. Huele a madera quemada y el cielo es de color naranja, pero la gente parece hacer vida normal entre la penumbra. Al volver abro el ordenador, leo la última monserga victimista y pastelera de Puigdemont, y me llega como quien oye llover (ojalá lo hiciera). No hay como un problema grande para que los otros se hagan pequeños.