Los nacionalistas ensalzan lo particular pero en realidad son todos partidarios de un lenguaje universal: la ambigüedad. A un nacionalista le preguntas la hora y te dirá que cree que son las nueve y cuarto pasadas pero que no está seguro. Si te dice las nueve la conversación se acaba. Si es ambiguo, el trato puede proseguir, con la posibilidad de que saque algún beneficio. El más firme partidario del «sí» o el «no» no supo decir sí o no. No supo no, no quiso.

La ambigüedad es la bandera, la enseña, el faro y guía de la actuación. Pueden parecer radicales a veces pero es todo un embeleco, un trampantojo, llevan años moviéndose en la ambigüedad, sí pero no. Dos pasos adelante uno atrás, con réditos y mezquindades en cada transacción, sí, pero no y o sea, bueno no y tal vez. Si el ambiguo nace o se hace nadie lo tiene claro. Es un problema ambiguo. La importancia de la ambigüedad es ambigua, dado que sus exégetas y partidarios no son claros al respecto.

Ambigua es Colau, que como ve el río revuelto ha echado la caña por ver si pesca la presidencia de la Generalitat. Lo malo va a ser cuando tenga que hacer el juramento o promesa para tomar posesión del cargo. Lo mismo dice: «Creo que prometo que tal vez cumpliré y haré cumplir las leyes un ratito si acaso y no siempre y según». Es ambiguo Puigdemont, que como parte de la élite burguesa insolidaria, sabe que cuanto más dure el proceso más dura la nómina y la relevancia y el cargo. El ambiguo es la subespecie clásica de ese sujeto moderno que hemos dado en llamar el ´bienqueda´, que finalmente queda mal con todo el mundo. Puigdemont ha defraudado a los que querían abismo, a los que querían sensatez y paso atrás. A los indepes radicales, a los constitucionalistas. Quería ser Tarradellas pero parece un concejal de pueblo que se niega a pagar una multa de aparcamiento. Quería ser Company pero le falta, no sólo haber sido antes ministro de Marina, sino dignidad y lecturas. Rajoy es ambiguo por inacción. En esa postura lleva años. Lo raro es que no tenga lumbalgia política. Los jueces y Soraya le hacen el trabajo.La vice agiganta su figura con todo esto de Cataluña, aunque para algunos se está quemando. Lo único no ambiguo son las redes sociales, donde ya estamos en guerra civil. Bueno, mejor así. No hay fusilamientos, ni la sangre salpica, ni te llaman a filas. Pero ya no está tan claro (es ambiguo) que no haya gente que lo desee.