Volvamos al asunto. El sol no quería volver a salir. La extinción de los dinosaurios empezó igual, por la acumulación de cenizas o polvo en el aire. Luego la ocultación del sol afectaría al alimento principal de las plantas (la luz) y enfriaría la Tierra. Bien, nada de esto ha ocurrido de momento en el Noroeste, sólo un desastre ecológico más, pero cuando pasaban minutos, e incluso horas, y no acababa de amanecer, hemos escuchado las primeras notas de la siniestra melodía de la extinción. Una angustia suave, que creo identificar con la sensación de tiempo detenido, de modo tal que el movimiento de la gente y las cosas parecía una inercia algo estúpida. La misma sensación de los gratos baños de mar en octubre, sin que el agua haya enfriado apenas. En el fondo un regreso a la terrible realidad climática, tras tantos días abducido por las hipnóticas cabriolas de un clown en el Nordeste.