Ay vecino, la que has liado. Cómo se nota que no tienes hijos, ni sobrinos, ni nada, porque si no la que te estarían dando no sería normal. Una palabra tuya, en forma de denuncia, le está amargando las tardes a cientos de niños que lo único que quieren es jugar al baloncesto dos horitas al día. La historia imagino que ya la conocerán. Varios clubes de baloncesto de Málaga realizan sus entrenamientos por la tarde, en horario extraescolar, en algunos colegios de la ciudad. El instituto Puerta Oscura está pegadito a un bloque de viviendas donde reside este buen señor (o señora, que lo mismo me da), cuya denuncia por exceso de ruido, amparándose en una normativa contra la contaminación acústica, nos ha traído a esta situación. Cualquiera que haya vivido cerca de un colegio (algo de lo que puedo hablar porque he pasado algo más de un año junto al colegio Bergamín, en la avenida de Barcelona) sabe que los niños no son precisamente monjes que hayan hecho voto de silencio. Y que hacen ruido, claro que hacen ruido. Y jugando al baloncesto, más aún. Pero tampoco es como si estuviera Carmelo Anthony botando la bola en el salón de casa, ¿no?

Lo de la gente con la piel fina, esa expresión que tan de moda se ha puesto últimamente por los límites del humor, podría aplicarse a este caso. Porque más allá del enésimo enfrentamiento entre instituciones, concretamente entre el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía, que se pasan la pelota para arreglar el asunto; más allá de una normativa que vela por el descanso vecinal pero que ya podía regular, por ejemplo, los locales y solares de ensayo de bandas de Semana Santa o los coches discoteca que tanto abundan en fin de semana por las calles de Málaga. Pero el asunto, en mi opinión, va más allá de todas estas obviedades. Es un problema de convivencia. Hay que ser consciente, amigo del noveno, de que vivir en sociedad consiste en respetar para ser respetado. Dudo mucho, vecino, que andes por tu casa como un tigre por la jungla, apenas sin hacer ruido, que escuches la televisión con auriculares, no vaya a ser que moleste más allá del otro tabique, o que gastes cubertería de plástico para que el chocar de los platos al recoger la mesa no haga el mínimo ruido. Porque si lo hicieras, nadie tendría valor de decirte nada, ni aunque lo hicieras a las cuatro de la mañana. Pero sí hay que tener valor, y muy poca vergüenza, para denunciar a unos niños por hacer deporte en un colegio.