Los seres humanos tenemos un lado simiesco que se manifiesta con más virulencia cuanto más tratamos de ocultarlo. Las señoras y señores vestidos (o disfrazados) de gala, con guerreras repletas de medallas y pechos saturados de condecoraciones, me recuerdan a los gorilas del zoo o a los bonobos de los documentales de La 2. Cuando yo mismo acudo a una ceremonia cuyo protocolo me exige una vestimenta especial, veo, al mirarme en el espejo, a un gorila con pretensiones. Por suerte para ellos, los gorilas no tienen pretensiones. No hay entre ellos sargentos que aspiren a llegar a tenientes ni adjuntos al director que deseen ascender a directores adjuntos. Qué curioso, por cierto, que adjunto al director y director adjunto no sean la misma cosa. Averigüé hace poco la diferencia y me hizo mucha gracia. No he logrado averiguar qué fue antes, si lo primero o lo segundo, pero estoy en ello y pronto podré darles noticias.

El caso es que asistí hace poco a un cóctel de gente muy condecorada y de súbito vi a todos los que me rodeaban y a mí mismo como a un conjunto de animales adiestrados para imitar a los seres humanos. El ser humano es el que mejor se imita a sí mismo. Ofrece la mano mejor que el más hábil de los perros y se coloca la servilleta en el cuello con más gracia que un chimpancé de circo. No digo nada de la habilidad de recorrer el salón de un extremo a otro con una copa de la que no se derrama ni una gota. Me resultó asombrosa, una vez sentados a la mesa, la maestría con la que manejábamos la pala de pescado y el cuchillo de la carne. El ruido de los cubiertos sobre los platos de porcelana producía una música digna de nosotros mismos.

Tras el café, me levanté para acudir al baño y oriné junto a otro primate muy erguido. Creo que a los dos nos resultaba humillante no ya evacuar, sino tener que sujetarnos el pene para evitar desviaciones. Resultó una experiencia alucinante, como si me hubiera tomado un ácido. Al salir a la calle y ver a la gente en vaqueros y camiseta, pero sobre todo al llegar a casa y cambiarme de ropa, regresé a mi condición de hombre como el que regresa a la realidad tras un mal sueño.