En un álbum de fotos de familia, esta fase del proces concluiría con la imagen de Puigdemont (mientras los suyos se aprestan a unas urnas que llamarán «convalidatorias») paseando el sábado por Girona, ciudad de la que fue alcalde. Todo nacionalismo radical viene de una mitogenia más o menos grandiosa que presiona con fuerza sobre la psique, como un tumor, pero ese torbellino aspira a reconciliarse en un escenario sencillo de paz, familia y vecinos: un idilio. El paseo idílico de Puigdemont, amado y jaleado por los suyos, que continúa con una comida familiar en la pequeña capital de provincias, es un remedo puesto al día de Itaca. Ulyses descansa al fin de sus mentiras, ardides y refriegas, querría que ese momento fuera eterno, y aunque haya un lunes, hoy, en que el proces puede acabar en su procesamiento, ¿a qué más puede aspirar ya un alcalde que a haber sido rey por un instante?