Puigdemont se ha fugado a Bruselas. Cierta prensa catalana elude en los titulares el verbo huir como quién elude una palabra malsonante. Huir de huir. Puigdemont se ha ido con la independencia entre las piernas y aunque su actitud sea la de un cobarde no vamos a criticar aquí el hecho, comprensiblemente humano, de alguien que quiere evitar entrar en la cárcel. Bueno, sí. Igual sí lo criticamos. También lo intentan los robaperas. Eludir la cárcel.

Puigdemont ha escogido un Estado fallido. Que se pasó una larga temporada sin Gobierno. Que está partido en dos irremisiblemente. Que tiene una triste cantera de terroristas yihadistas y unos servicios secretos de tebeíllo.

Uno va a Bélgica a comer en Chez Leon pequeños mejillones con patatas y a comprar chocolate, beber cerveza tibia, pasear por Bruselas y decir luego que es muy aburrida, no a montar un numerito. Claro que uno no es nadie. Por eso no me quieren meter en la trena. Urge una serie o película, de aventuras tal vez berlanguiana, que narre ese trayecto en coche de Cataluña a Marsella y el viaje posterior hasta Bruselas en avión. La banda de los Puig, o sea, el president no honorable (merced a esos comportamientos) y cinco consejeros. Una película como de mucha risa, a lo mejor con uno de los consejeros insistiendo bastante en parar a mear o en descansar en una estación de servicio para tomar unos callos, temiéndose lo peor de la cocina europea.

Otros se han quedado aquí, como Santi Vila, que se postula para concurrir a las elecciones del Estado opresor. Tarradellas dijo "ja sóc aquí" y Puigdemont afirma "ja sóc allí". Ese allí es un trozo de la Unión Europea que no reconocería a Cataluña como estado independiente. Puigdemont ha dicho en Bruselas que no tiene garantías, pero es que somos nosotros los que no tenemos garantías de que se escape, vuelva a las andadas, enrede o algo similar.

Es triste el devenir (no digamos el futuro) de este hombre. Ya es tildado de traidor por la CUP y ERC y va a pasar a la historia como el ser que acabó con el autogobierno de Cataluña. En su debe, o haber, está incluso algo difícil de lograr: hay gente que detesta al PP pero que ve con simpatía cómo está aplicando el 155. Pero en fin, sobra todo. Basta el zasca histórico del viceprimer ministro belga, Kris Peeters: «Si declaras la independencia, mejor te quedas en tu pueblo».

¡Carajote!, le ha faltado añadir.