Jesús se resiste a mirar hacia la puerta. Está centrado en el ordenador revisando pedidos y buscando ese libro que le ha pedido un cliente de los de toda la vida. Entorna los ojos y se acerca a la pantalla del ordenador. Parece que lo tiene. «Perdona, Jesús, ¿te ha llegado el libro ese de historia de Málaga que habla de El Palo?». Esa somera descripción le sirve al paciente director de Proteo para, después de saludar con cercanía a su cliente, meditar y salir del mostrador para acompañarle a tocar el libro que, seguramente, no acabe comprando. El pequeño hueco de la escalera que hay junto a los restos de la muralla de la ciudad sirve de guarida para la historia de la ciudad. Un rincón en el que refugiarse y disfrutar de una librería con historia y carácter propio.

En la decimonovena edición del premio Librería Cultural, la librería Proteo-Prometeo ha sido reconocida con este galardón que le otorgan los compañeros: la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, con la colaboración del Ministerio de Cultura. Este premio, además de 9.000 euros, implica el reconocimiento de este santuario de los libros como un punto de encuentro cultural y como «foco de dinamización y difusión del libro y la lectura». Casi nada. Málaga, la ciudad de las mil tabernas y una librería, tiene en estas librerías con nombre de titán y deidad marina un motivo de alegría.

Jesús y sus compañeros reciben a diario decenas de visitantes que pasan a curiosear y, en el mejor de los casos, comprar un ejemplar. Ir a Puerta de Buenaventura implica para mí girar inmediatamente a la derecha y asomarme a la estantería del fondo, junto a la ventana de Álamos. Esa esquina y la góndola central contiene retazos hechos verso que apuntalan la personalidad de mucha Málaga.