Es la Cataluña actual una creación del que fuera durante más de 23 años su Líder Máximo, el Molt Honorable Senyor Jordi Pujol? No es la primera vez que expreso esta opinión, muy ampliamente compartida. Y me temo que no será la última.

En unas muy recientes declaraciones afirmaba el historiador británico John H. Elliott que «con las competencias en las escuelas en los años de Jordi Pujol se ha trasladado a esas generaciones una falsificación de la historia y una manipulación con tintes nacionalistas». Tiene razón el autor de «Imperial Spain». La influencia de aquel implacable y astuto príncipe de las tinieblas fue siempre absoluta.

Siempre tuvo buenos maestros. Hay quien dice que el paso del adolescente Jordi Pujol por el antiguo Colegio Alemán de Barcelona, cerrado por la derrota final del Tercer Reich en 1945, tuvo que dejar sus huellas. Antes de eso, pasó el futuro apóstol del nacionalcatalanismo los años de nuestra Guerra Civil en el Ampurdán, en la masía de sus abuelos, lejos de los horrores de Barcelona. Allí leía «El sentimiento de la patria» de Maragall y el «Elogi de Catalunya» de Vallés y Pujals. Después vendrían las juveniles inquietudes neoprogresistas y las excursiones campestres con los amigos del colegio Virtelia. Más tarde comenzaron las visitas al Abad Aureli Maria Escarré en la montaña sagrada. Y los escarceos en la clandestinidad, en paralelo a una eclosión de piedad mariana. Su intensa religiosidad de entonces, unida ya a la mística de la catalanidad irredenta, cristalizarían en una implacable lucha por el poder.

Después vinieron los providenciales dos años y medio de cárcel, fruto de aquel canto coral en el Palau de la Música, en 1960, en plena dictadura, dedicado a la Senyera. Los que le valdría el ser incluido por el maestro Sergio Vilar en su libro «Protagonistas de la España Democrática - La oposición a la Dictadura 1939-1969». Se acabó de imprimir en el 35 de la parisina rue Mazarine en diciembre de 1968. El joven Príncipe ya había sido armado caballero.

Las fotos de la llegada a Barcelona del Honorable Josep Tarradellas identifican en el comité de recepción a un discreto y respetuoso Jordi Pujol. No tardaría mucho aquel paciente y hábil escalador en ocupar en la Generalitat el sillón presidencial de aquel venerable anciano. El que el 23 de octubre de 1977 desde el balcón del poder entonaría aquello del «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!»

Después vendrían tantas otras cosas: las sagas de Banca Catalana, la insaciable tradición del «tres por ciento», las inmensas fortunas acumuladas desde la corrupción institucionalizada. El resto de la historia de esa rampante cleptocracia -rampante por lo de la mano abierta y las garras tendidas- ya lo conocen ustedes. Que Dios nos ayude.