Están poniendo las luces de Navidad en la calle Larios. Durante el resto del año, los jubilatas se congregan alrededor de las zanjas para criticar como cava el operario, pero en noviembre se disponen al rededor de las camionetas de la empresa de luminotecnia, bajo el esqueleto gótico, a contemplar como colocan las bombillas. Son cientos. O miles. Centenares de miles tal vez. Las bombillas, no los jubilados. Más bombillas que personas. Eso, ahora. En diciembre, las personas serán incontables, todas maravilladas, qué bonito, qué bien, cuánta alegría. Parece que el objetivo es espantar la oscuridad, fuente de casi todos nuestros temores.

Las luces de Larios van constituyendo también un tema socorrido del columnismo local, que lo aborda desde la solemnidad, la chanza, la crítica del que parece concejal de la oposición o el entusiasmo del que parece teniente de alcalde. Uno opina de ellas colateralmente, de las luces, no de las columnas, es decir, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos sobre nuestro propio pensamiento que nos importa un pimiento, rojo a ser posible, la cuestión lumínica. En cuanto a luces, somos de centro. No somos partidarios ni del estilo nuevo rico, o sea, de tener que ir con gafas de sol a las doce de la noche, ni del estilo cutre austero amargante que te deja inclusive sin ganas de mazapán. Nos gusta el ambiente pero no las apreturas. En Francia tuvieron el siglo de las luces y aquí tenemos el mes de las luces. Aunque en realidad son dos. Dos meses.

Más que de la calle Larios me gustaría escribir en la calle Larios, aunque muy lejos no estamos. Escribimos esta columna desde Granada, que es calle irregular, afluente de Larios, casi, serpenteante, animada, hostelera y con huella de exriachuelo. Que linda con la plaza de la Merced. También hay luces. Incluso ilustración, y librerías y una tienda del Málaga y el Pimpi, que es una ciudad estado en sí misma. O mismo. También se enclava la judería, que es coqueta y pequeña, casi inexistente. Las columnas periodísticas son a veces como los pasos, que se dirigen de un lado a otro sin que sepamos muy bien por qué. Empieza uno en Larios y ya va por Granada, que también tiene derecho a salir en los periódicos. Tenemos una ciudad de lux. Hay luz al final del lunes. No son luces de bohemia, son luces de gasto y consumismo y feliz Navidad. Málaga luce. Las luces para el que se las trabaja. Luciérnaga furiosa. Un jubilado mira.