Nos dan lecciones de democracia desde Bélgica. Pero, ¿y esa foto de un zoológico humano? La explican recuerdos recientes de ese país, hoy refugio de ultranacionalistas como el fugado expresident de Catalunya, Carles Puigdemont.

El genocida Leopoldo IIº, rey de los belgas hasta principios del siglo XX, masacró al expoliado Congo africano. Conrad lo refleja en El corazón de las Tinieblas (cuya adaptación al cine, reubicando el Congo en Vietnam, firmó Coppola en 1979 como Apocalypse Now) Pero de manera más descarnada lo contó en el llamado ´Informe Casement´ el humanista irlandés Roger David Casement, en 1904. Su vida y las atrocidades que perpetró el sádico rey de los belgas inspiraron su novela El sueño del celta al Nobel Vargas Llosa (uno de los defensores de la democracia española frente a los ataques de los independentistas en Cataluña, por cierto).

No vamos a recordar ahora por qué algunos analistas definen a Bélgica como un estado fallido, nunca bien hilvanado tras su independencia de los Países Bajos del Sur en 1830, aglutinando valones, flamencos, francófonos y alemanes como su primer rey, Leopoldo Iº. Ni vamos a releer Tintín en el Congo. Pero sí conviene recordar que la Bélgica colonial fue la responsable de la inventada división entre hutus y tutsis, que más tarde sería el germen de la matanza de Ruanda en 1994.

Lo más grave de la foto que ha corrido por las redes sociales no es el hecho de que muestre un zoológico con seres humanos. Aquellos zoos infames fueron reclamos en las ferias del mundo occidental, incluida España, durante el siglo XVIII y XIX, sobre todo. Por ver a aquellos indígenas como a animales fue disecado el guerrero pigmeo que terminó, hasta las Olimpiadas de Barcelona, exhibido en un museo de la localidad catalana de Bañolas, o Banyoles. En el año 2000 sus restos fueron enterrados al fin en un monumento funerario que le recuerda como a ´el negro´ en Gaborone, la capital de Botswana.

Algunos de aquellos zoos humanos exhibían indígenas, como el de la foto en cuestión. Otros exhibían personas que habían nacido con deformidades (como los ´Freaks´ de la película de Tod Browning, 1932; o como Joseph Merrick, el pobre hombre cuya vida inspiró la película de David Linch, El hombre elefante, 1980) Pero lo verdaderamente grave de la foto de la que hablamos es que está fechada en Bélgica en 1958, hace sólo unas décadas.

Con todo, es para estar harto de que los intereses particulares de unos u otros necesiten resucitar al dictador Franco. España hace ya décadas que, pese a sus defectos y asuntos pendientes y el ramalazo de corrupción que la recorre, es una democracia europea homologada más. Así que es mejor no dar lecciones a otro cuando no se puede presumir de la huella reciente del propio pasado, como le ocurre a Bélgica. Pero prefiero volver a centrarme en la foto de la que hablo. Porque no dejo de mirar perplejo a una señora bien que le da algo de comer a una niñita negra que está al otro lado del cercado. Uno no quiere hacer sangre sin contextualizar las cosas -algo imprescindible para ser honesto al enfrentarse al juicio de la Historia-. Pero, mirándola, tiendo a invertir el ángulo de la visión y a creer que la que está dentro del zoo es ella.