Mark Zuckerberg, mandamás de Facebook, y Tim Cook, comandante en jefe de Apple, fueron recibidos en Pekín por el todopoderoso Xi Jinping. Pocos días después, el líder chino anunció en la cumbre de la APEC (foro a favor del libre comercio de 21 países de la cuenca del Pacífico) que los inversores extranjeros podrán tener hasta un 51% del capital de las entidades de su país que operan en mercados financieros. No hay fechas y puede pasar mucho tiempo antes de que cristalice, con los consabidos corsés políticos que aprietan en estos casos, pero llama la atención poderosamente que el imperio chino acceda a entreabrir sus puertas gigantescas a negocios exteriores, aunque eso pueda llegar a beneficiar a empresas como Facebook, red social prohibida allí desde 2009.

Que los ciudadanos no tengan acceso a vías de información sin grilletes no es incompatible, según parece, con una tolerancia máxima con la filosofía empresarial pura y dura del «enemigo norteamericano». Gato blanco o negro no importa, lo que importa es que cace ratones. Y a la mismísima caseta del ratón fueron dos de los hombres más poderosos del universo tecnológico para hacer buenas migas con el gran felino oriental. Habrá que ver si al final se la da con queso y todo queda en agua de rebajas pero, de momento, el gesto es muy elocuente. Nada de enviar a otros escalafones: Zuckerberg y Cook en persona. Hay mucho negocio en juego. Lo saben y bien vale coger un avión para visitar el crupier que reparte buena parte del juego económico global, mientras el tahúr Trump juega de farol pensando que con eso basta para ganar la partida por ser quién es y liderar la nación ¿más poderosa del planeta? Los interrogantes no son un capricho. Tener a semejantes invitados llamando a las puertas de la gran muralla china es una demostración de fuerza mayor que enviar una flota entera de acorazados y portaaviones a lucir sus armas como si eso bastara para amedrentar en los tiempos actuales.

La amabilidad de los magnates norteamericanos hacia el amigo chino, pasando por alto su escaso bagaje democrático, contrasta con el enfrentamiento abierto, enmascarado en ocasiones con la indiferencia, que ambos mantienen con la administración de Trump. Su prioridad está clara: Apple necesita como el comer que su iPhone X entre con buen pie en el inmenso mercado chino, donde la competencia es feroz, y Facebook tiene fundadas esperanzas de que el bloqueo se levante gracias a las buenas relaciones de su líder con las autoridades asiáticas.

Además, su esposa es Priscilla Chan, californiana de origen chino. Y eso siempre ayuda.