«Buenas. Que venía yo a devolver la Cruz de Sant Jordi». Esto o algo parecido le dijo la actriz Rosa María Sardá al funcionario de turno del Palau de la Generalitat que debió quedarse alucinado ante semejante petición. Poco después, la Sardá salía del Palau con un albarán que justificaba la devolución de la condecoración que el Govern concede anualmente desde 1981 a las personas o entidades que han destacado en la defensa de la identidad de Cataluña y que a ella se le concedió en 1994. El gesto de Sardá, una protesta en toda regla ya que «dadas las circunstancias» no se considera merecedora del galardón, tal como ella misma explicó en una nota con la retranca que la caracteriza, se produjo el 24 de julio, pero no se ha sabido hasta este domingo cuando la escritora Isabel Coixet lo ha contado en una columna en El País. La decisión de la actriz catalana no debe sorprender a nadie a tenor de la postura que ha mantenido sobre el proceso independentista. De hecho, ella fue una de las firmantes del manifiesto de intelectuales de izquierdas contra el referéndum del 1 de octubre y nunca ha ocultado su ideología más cercana al PSC que a la CUP. Pero es que además, le pega. Para cualquiera que haya visto en el teatro o en el cine a la actriz es fácil imaginarla frente a un apabullado funcionario sacando la medalla de una bolsa del súper y poniéndosela frente a la ventanilla de atención al público. Y no queda aquí la cosa. El colmo del surrealismo es que la condecoración lleva aparejada la publicación de una esquela en los periódicos cuando fallezca el homenajeado, vaya usted a saber por qué; un honor que Rosa María Sardá también ha rechazado dejando claro ante el funcionario que quiere que se las ahorren. Qué buen monólogo le saldrá de aquí a la humorista si un día decide contar el episodio en un escenario. Entre tanto, nos quedamos con el comentario que ha hecho a este respecto la también homenajeada por el Gobierno catalán Maruja Torres, quien en Twitter ha afirmado: «Yo no devuelvo mi Creu de Sant Jordi (me la dieron cuando Maragall era presi) porque no sé dónde la he puesto, pero en estas líneas grito pública y formalmente: Renuncio a las putas esquelas». Qué kafkiano es todo lo que rodea el procés. Ni Almodóvar supera esto.