La desdichada propensión de las cosas a convertirse en su contrario tiene un ejemplo señero en Charles Manson y su grupo. En el «verano del amor» de 1967 Manson era en Berkeley un líder espiritual (´gurú´) que comenzaba a formar su ´familia´, cuya argamasa serían el amor y el sexo, la música, las relaciones en comuna, el LSD y una vivencia en tiempo real del Apocalipsis. La mística del viaje físico también formaba parte de su praxis, y el recorrido por USA en un colorista autobús tiene paralelismo con el que hicieron Ken Kesey y su grupo, a bordo del ´Further´ (Más allá), de lado a lado y en las dos direcciones. Sin embargo el gran viaje, el que guarda los mayores enigmas, no es el del LSD ni el de la carretera, sino el que va del hippismo de la paz y el amor a la masacre y el horror. Esas espantosas metamorfosis explican la condición humana con tanta verdad como su progreso.