Empezar el viernes levantándose a las siete de la mañana y con dolor de espalda ya te está dando pistas de que, efectivamente, es el Black Friday. No deja de ser paradójico que en este Viernes Negro se encendieran por toda Málaga, que no todo es la calle Larios, millones y millones de bombillas para iluminar la Navidad durante mes y medio. El objetivo de ayer a media mañana estaba claro. Uno: no sucumbir a los mensajes al móvil, numerosos desde hace ya días, con porcentajes, descuentos, ofertas, a los que sólo les faltaba hacer referencia a la escasa o nula inteligencia del osado consumidor que no vaya a comprarse al menos unos míseros auriculares en los próximos días. De momento, conseguido. Y dos: no atravesar la calle Larios por la tarde. No por convicción, si no por imposibilidad. También conseguido. El Centro de Málaga, peatonal y bello cuando la ciudad despierta a las ocho de la mañana o cuando sólo lo ilumina el sol un mediodía de primavera, se convierte en una auténtica ratonera intransitable en la que es imposible moverse con cierta libertad o tan siquiera salir en determinados momentos del año, a saber: la Feria, la Semana Santa... y el día del encendido de las luces de Navidad, que ya está tardando el equipo de gobierno en solicitar su catalogación de festivo local, para sumar aún más peña a la que ayer se congregó en torno a la plaza de la Constitución y la céntrica calle del marqués. Al ritmo de Andy y Lucas por un lado y de Bonnie M por otro, y con los descuentos amenazando el bolsillo, miles y miles de personas dieron la bienvenida a la navidad malagueña en el corazón económico de la ciudad para los próximos días. Dicen los que manejan los números que el Christmas Show de Larios rinde a nivel turístico y a nivel económico, que no son solo luces de artificio y mucha gente cortando el tráfico. Desde luego, gente atrae, y mucha, lo que no deja de resultar curioso, porque más allá de que el diseño elegido cada año sea más o aún más hortera, me es muy difícil encontrarle el atractivo turístico que se ve que tiene un estridente (Carmina Burana el pasado año, acuérdense) espectáculo de luz y sonido que pasma al que lo experimenta y que inunda desde ayer las redes sociales y Whatsapp. No queda otra que agachar la cabeza durante mes y medio, esperando que el cielo que cubre esos 380 metros de calle, orgullo de Málaga, vuelva a ser azul.