Sí, es cierto. El Centro de Málaga no está igual que hace 20 años. Yo soy de aquí y lo recuerdo como usted. Cuando algunas tardes uno pasaba por el casco antiguo había calles en las que daba auténtico miedito pararse siquiera a tomar un café. Ahora la cosa es distinta. La peatonalización de las principales vías le ha dado un gran aire al corazón de la ciudad, que a su vez se ha perlado de importantes museos de la talla del Picasso o el Carmen Thyssen. Así que chapó. Digo yo que algo tendrá que ver en todo esto el alcalde, Francisco de la Torre; y también algunos de sus concejales. Pero lo cierto es que también la Junta, como ha recordado el portavoz municipal socialista, Daniel Pérez, en alguna ocasión, ha hecho cosas importantes por la ciudad: parte de la transformación del puerto, el Picasso y el Museo de Málaga (aunque con una aportación muy importante del Gobierno central). Eso sí. La cosa muestra algunos síntomas preocupantes de agotamiento. Lo veo yo y lo ven ustedes en algunas despedidas de solteros y solteras que se dan en las calles los sábados y domingos o en esos turistas que, eludiendo pasar por el hotel, se quedan en viviendas turísticas no regladas y de paso molestan a los vecinos; o en esas terrazas kilométricas de algunos bares (sólo unos pocos, que conste) que pasan de las ordenanzas y ocupan la acera como si fueran el ejército de Napoleón en su avance en Rusia. Y ahora, ¿qué? Una solución que han dado los expertos del foro que La Opinión de Málaga hace en el Mesón Cantarrana cada final de mes es que el Centro debe crecer. Tenemos uno de los cascos antiguos más pequeños del país pero con posibilidades de extenderlo: la semipeatonalización de la Alameda va a conllevar que importantes marcas se instalen en esta avenida; la de Carretería y Álamos abre nuevas posibilidades a esas calles, pero faltan cosas por hacer. La calle Beatas, la rehabilitación y dignificación de las callejuelas que se arraciman a espaldas de Carretería, el impulso definitivo en Lagunilllas, verdadero Soho de Málaga; y, ya de paso, buscar luces de Navidad bonitas (respetando que a usted eso le parezca bien, no hay más que decir). Limitar las viviendas turísticas o la apertura de nuevos bares y restaurantes son algunas de las medidas que están sobre la mesa. También ayudará a redefinir el Centro qué ocurre finalmente con el Astoria: si se convierte en una extensión de la Merced o en un edificio translúcido. El Centro es un poco parte de todos los malagueños y a todos nos duele. Parece la hora de repensar un modelo de éxito que muestra síntomas de agotamiento y dar una nueva vuelta de tuerca para que la ciudad siga ampliando su oferta museística y hotelera con sentido común. No hay por qué morir de éxito. Uno puede querer a su ciudad, pero de la crítica nace el avance.