Frente a la burocratización de la fiesta regional del 28 de Febrero, los andaluces hemos decidido mantener en nuestro imaginario colectivo el 4 de diciembre. Perdón, en mayúscula. Dice la RAE que los nombres de los meses, estaciones del año o días de la semana «sólo se escriben con mayúscula cuando forman parte de fechas históricas, festividades o nombres propios». El 4 de Diciembre es una fecha histórica, esa en la que Caparrós perdió la vida en las grandes movilizaciones por la autonomía andaluza. Aquellos andaluces se levantaron.

Esta semana se ha aprobado (con una exposición paupérrima por parte de Remedios Ramos y una votación de risa) cambiar el nombre de la avenida de Carlos Haya por la de 4 de Diciembre de 1977. El aviador formaba ya parte de un callejero asimilado sin diferenciar entre nombres de gremios artesanales o pilotos de la Guerra Civil. Era parte de un paisaje con el que la gran mayoría había aprendido a convivir. De hecho, pasarán años hasta que desaparezca de las conversaciones coloquiales. Nos seguiremos refiriendo a esa zona -no sólo a la avenida- como Carlosaya. El hospital podrá llamarse en los papeles de cualquier otra forma, pero los médicos explotados seguirán trabajando en el Carlosaya por muchos años. Porque no lo decimos con ninguna connotación falangista (ahora que Lastra, Tardá, el Procés y demás actualidad política quieren poner de moda este término tan poco trendy). Larga vida a la avenida del 4 de Diciembre de 1977. La autonomía andaluza ve reconocido en el callejero su lugar -más allá de un retal de calle junto al río para Caparrós-. Las avenidas de Blas Infante o Andalucía tienen compañía, la de aquella lucha del nuevo autonomismo nacido de una voluntad clara por dar un paso hacia delante con los cimientos de una nueva Constitución. Hace cuarenta años de esto y hay para quien parece que hayan pasado siglos.