Tanto en las jornadas económicas de S’Agaró como en el foro de El Confidencial del pasado jueves Luis de Guindos se mostró satisfecho. Pese a haber renunciado a una de sus grandes ilusiones -la presidencia del Eurogrupo, la reunión de los ministros de Economía de los 19 países del euro, que se decidirá el lunes en Bruselas-, el ministro está relajado. Quizás una de las razones es que los datos del tercer trimestre confirman que la economía va bien y que eso es una garantía -no total- de que la crisis catalana, que entra ya en fase electoral hasta el 21-D, no hará descarrilar a la democracia española.

En efecto el PIB creció a un ritmo anual del 3,1% en el tercer trimestre. Son ya 16 trimestres consecutivos de crecimiento, 15 con tasa anual positiva y 10 con incrementos superiores al 3%. Y la ocupación crece a un ritmo anual del 2,9%, equivalente a 501.000 empleos al año. Con este ritmo de creación de empleo por tercer año consecutivo, el consumo de las familias crece

-pese a la contención salarial- y las tensiones sociales y políticas tienden a moderarse.APETENCIA DE ESTABILIDAD

La ecuación resultante es la apetencia de estabilidad. Nadie -excepto los independentistas catalanes en su extraña aventura- apuesta por romper el juguete. Rajoy quiere seguir gobernando en minoría y sabe que para afrontar la crisis catalana necesita al PSOE y para los presupuestos al PNV. El PSOE sabe que es un partido de gobierno e intuye que la salida de la crisis le reforzará como alternativa razonable y el PNV quiere aprovechar la situación y desea que la crisis catalana no vaya a más. El lehendakari Urkullu incluso intentó una mediación in extremis entre Rajoy y Puigdemont antes de la fallida declaración de independencia del 26 de octubre.

Pero la vuelta al crecimiento no es un fenómeno sólo español sino generalizado. Europa sigue siendo un proyecto en difícil construcción y con amenaza populista

-ahí está la crisis alemana de la que hablaba la semana pasada-, pero la economía europea está volviendo a la normalidad. Volverá a crecer por encima del 2% el año próximo. Y la política monetaria no convencional de Mario Draghi en el BCE ha sido un factor decisivo.

El acrónimo «pigs» (cerdos en ingles), con el que algunos economistas ortodoxos se refirieron despreciativamente a Portugal, Italia, Grecia y España, que en el 2010-2013 se enfrentaron a graves problemas de deuda y déficit público, ha desaparecido totalmente. Y los dos «pigs» ibéricos -España y también Portugal- son la gran sorpresa en todas las capitales europeas. Guindos ha renunciado a presidir el Eurogrupo debido a que el Partido Popular Europeo tiene ya tres de las cinco presidencias europeas (el polaco Tusk en el Consejo, el luxemburgués Juncker en la Comisión y el italiano Tajani en el Parlamento). Teniendo en cuenta que la presidencia del BCE corresponde a Draghi (sin afiliación), la quinta presidencia, la del Eurogrupo, no podía ir a un conservador.

Los socialistas y el centroizquierda son pieza básica de la construcción europea. Y Guindos lo ha digerido porque ahora navega por Bruselas con mucha mayor operatividad que en el 2012, cuando España perdió -por su inexperiencia- su sillón en el comité ejecutivo del BCE.

PORTUGAL TIENE UN PARO INFERIOR AL ESPAÑOL

Y la gran sorpresa es que la presidencia del Eurogrupo puede ir al portugués Mario Centeno, el ministro de Economía del socialista Antonio Costas, que gobierna en minoría apoyado por los comunistas y un grupo similar a Podemos. Y es que Portugal -que tuvo que ser rescatado- emula la recuperación española. El PIB crecerá este año el 2,6%, menos que el español, pero el paro ha bajado al nivel anterior a la crisis del 2008, el 8,6%, la mitad que el nuestro. Y el déficit público cerrará el año en el 1,4% del PIB, el nivel más bajo en 44 años, y será la envidia de Montoro, que lucha por acabar en el 3,1%. La previsión para el 2018 es que el déficit caiga por debajo del 1%. Y aún hay izquierdistas españoles que -indocumentados y fieles al tópico- predican que reducir el déficit es un error y además de derechas. Bueno, lo hacen tanto el conservador Mariano Rajoy como el socialista Antonio Costas y no obtienen malos resultados.

Portugal sigue teniendo problemas de deuda pública y de desigualdad -igual o más que España- pero ha salido de la crisis y está bien colocado en Europa. Ahora Vítor Constancio es vicepresidente del BCE, cargo al que aspirará España próximamente (Guindos dice que será nuestro), y el ministro Mario Centeno, un economista doctorado en Harvard, es el candidato mejor situado -pero no seguro- para asumir la presidencia del Eurogrupo el lunes.

La conclusión es que la política económica europea y la actuación del BCE no han sido malas para los países del sur de Europa. Los «pigs» ya no son «pigs» e incluso Grecia se recupera lentamente. La medicina alemana ha sido dura pero no ha matado. Y el BCE, aunque tarde, ha seguido una política muy expansiva que ha eliminado -por el momento- los problemas de financiación de la deuda pública de los países del sur de Europa. Pero conviene tener en cuenta dos realidades. Una, Draghi ha podido, contra los instintos alemanes, ser poco ortodoxo por un pacto tácito con Merkel. Segunda, esa política no puede seguir indefinidamente. Se inflexionará a finales del 2018 y entonces se verá si los países del sur han hecho los deberes suficientes.

Un país no puede gastar permanentemente más de lo que recauda. A no ser para inversiones públicas y gastos que -en la realidad y no solo en los papeles- sean productivas y contribuyan a aumentar el PIB.

La garantía del 3,1% de Guindos, o del 2,6% de Mario Centeno, pueden desaparecer si la política económica cae en manos de iluminados, irresponsables u optimistas patológicos que abundan en todos los partidos.