Dos polémicas absurdas. Primera. El juego del Real Madrid da pena, es indigno de un campeón de Liga, de Europa y del Mundo, sus jugadores se pasean, Benzema es un paquete y Ronaldo, ay, no es el que era porque ni marca tantos goles como marcaba antes (es decir, la temporada pasada) ni es capaz de ganar a Juanfran en una carrera pura. Segunda. Hay que utilizar ya el VAR, o como se llame esa cosa, y el «Ojo de Halcón», o como se llame esa otra cosa, o introducir un sexto o puede que séptimo árbitro para que no haya goles fantasma como el de Messi en Mestalla. Bien.

Vamos a pasar rápidamente por esas dos polémicas porque yo he venido aquí a hablar de mi polémica, no de las polémicas de los demás. Primera. El Madrid jugará como le dé la gana, sus futbolistas harán lo que les dé la gana y Ronaldo fallará los goles que le dé la gana. ¿Saben por qué? Porque el Madrid estará luchando por el título de Liga hasta el último minuto, porque el Madrid (no el Barça, ni el lujoso PSG, ni el impresionante Manchester City de Guardiola, ni mucho menos, el decadente Bayern de Múnich) es el gran favorito para ganar la Liga de Campeones y porque es bastante probable que el Madrid gane el Mundial de Clubes con la misma actitud con la que usted fríe patatas fritas mientras escucha la radio. En la película ‘El color de dinero’, un viejo jugador de billar intenta convencer a un joven jugador de que la forma de ganar mucho dinero en las apuestas es empezar jugando mal y, a la hora de verdad, ganar las partidas importantes. Pero Vincent, el joven jugador interpretado por Tom Cruise, no puede seguir esa estrategia porque reconoce que le cuesta mucho no jugar bien y que no sirve para fingir. El mal juego del Madrid no es una estrategia a lo Eddie Felson, de forma que el equipo de Zidane pierde algún que otro partido y roza el desastre ante el Fuenlabrada para, al final, volver a ganarlo todo y llevarse la pasta de las apuestas. Pero este Madrid de inicio de temporada tampoco es como Vincent Lauria y le cuesta mucho no jugar bien. El Madrid no está jugando bien. Punto. Pero volverá a jugar bien. Mientras tanto, todos hablamos del Madrid, dudamos de Zidane, enterramos a Ronaldo y bla, bla, bla. No le demos más vueltas. Dentro de unas semanas los que hoy atacan al Madrid dirán que todo fue una estrategia de viejo billarista. Pero no. Es que el Madrid tiene muchas formas de llevar títulos a sus vitrinas.

Segunda. El VAR, el «Ojo de Halcón», el sexto o séptimo árbitro. Qué pesadez. En el fútbol hay errores mayúsculos y minúsculos, jugadas claras y confusas, fueras de juego por poco y por mucho, goles que no son y no goles que parece que son. ¿Cuál es el problema? Podemos poner a Robocop a arbitrar un partido, y ceder el fútbol a un Gran Hermano hipervigilante que no sólo consiga saber qué murmura un futbolista cuando se cruza con el árbitro sino que jamás cometa un error. Sería muy fácil acabar con los goles fantasma y con los fueras de juego mal señalados. Sería muy fácil… y muy aburrido. ¿Es injusto que un gol como el de Messi no suba al marcador? Pues sí. Pero tampoco es muy justo que Barça y Madrid puedan gastar absurdas millonadas en fichar futbolistas descomunales. ¿De verdad queremos hablar de justicia en el mundo del fútbol? Pues que Messi juegue cada jornada de Liga con un equipo diferente, por ejemplo. Y, por fin, la polémica inexistente pero que más me interesa.

Las protestas de los jugadores ante jugadas tan, tan, tan evidentes que no se debería consentir que quedaran sin castigo para el protestador. Zaza, delantero del Valencia, gritando y levantando los brazos para que el árbitro castigara a Ter Stegen, el portero del Barça, por haber cogido la pelota fuera del área cuando todo el mundo (incluido el propio Zaza) había visto que el portero estaba dentro del área. La protesta de Zaza, desmesurada, ridícula e injustísima, quedó sin castigo. Y así siempre.

En la antigua Atenas, si un acusador no conseguía la quinta parte de los votos de los jueces, debía pagar mil dracmas (y mil dracmas era una suma respetable) para garantizar de esa forma que nadie lanzaría una acusación sin pruebas suficientes que la respaldaran. Propongo multar con mil dracmas a los futbolistas que protesten una jugada sin que esa protesta consiga el respaldo de un quinto de los espectadores. Vale, admito que la idea necesita unos ajustes, pero mientras lo discutimos nadie hablará de la decadencia de Ronaldo o de ese dichoso «Ojo de Halcón» que, por desgracia, no tiene nada que ver con el personaje de la maravillosa novela ‘El último mohicano’. Ay.