Podemos e IU van a ir juntos a las elecciones municipales de 2019. Ellos han hecho cuentas y les sale un buen horizonte. Cuentan con el grupo municipal Socialista, que Daniel Pérez ha sacado del coma en el que lo metieron María Gámez and friends, pero recelan de que otros grupos de izquierda vayan a remar en la misma dirección. Si no hay unidad, no podrán gobernar. Eso es lo que pasa por sus cabezas. No es una opinión, es la constatación de un análisis que hacen, de momento, algunos de los asesores del núcleo duro de la izquierda malagueña no invisible. En la bancada socialista también conviene un Unidos-Podemos fuerte. Está por ver cómo se comporta Ciudadanos en la próxima cita electoral, porque Cassá cae bien a pie de calle (en las encuestas se ha llegado a preguntar por «el de la coleta») y los naranjas parecen tener clara un deseo: los malagueños van a premiar su oposición responsable (una de cal y otra de arena) al equipo de gobierno. Luego habrá que ver, también, si se suman a las izquierdas o se vuelven a citar con el PP para gestionar esto. En la orilla popular las cosas no están nada claras: a la espera de que el alcalde, Francisco de la Torre, deshoje la margarita, hay síntomas ya de preocupación, sobre todo porque se conoce el tirón que el regidor tiene por ahí (y cuyo estilo de estar más en la calle que en el despacho han copiado ya otros, porque lo que funciona, que diría Cousteau, se reproduce) y porque, pese a que los tiempos del aparato son otros, el nerviosismo en aguas supramunicipales es evidente. Un alto asesor de otro partido sentenciaba esta semana: «Nosotros no barajamos la posibilidad de que De la Torre no se presente. Es más, estamos trabajando con ese escenario». Sabiendo, claro está, que lo mejor para ellos sería que no encabezase el cartel. Otra cosa es el análisis realista de una legislatura en la que se han enquistado tantos proyectos que parece difícil remontarla. En Málaga Ahora, según un documento interno elaborado por uno de sus asesores, se plantean tres escenarios: presentarse, no presentarse y replegarse a las trincheras sociales o ir con el resto de la izquierda. Sea como fuere, el próximo equipo gobierno municipal, tenga el color que tenga, se va a tener que comer unos cuantos marrones: para empezar ahí están el metro y su llegada al Civil, el edificio del Astoria, que comienza a tener el porte adusto y hastiado de Bobby Logan, los terrenos de Repsol, que si no se descontaminan van a acoger un bosque mutante o el Guadalmedina, cuya solución definitiva, parece ser, está en ser hormigonado en un 75%. Mientras, el plan pasa por poner luces de Navidad hasta en el portal de Belén y organizar espectáculos musicales viejunos. Los vecinos del Centro se han reorganizado. Se avecinan curvas. El marrón se lo va a comer quien gobierne a partir de mayo de 2019. Y Limasa sin barrer.