¿Para qué sirve un entrenador de fútbol?. Ante todo, para preparar física, técnica y tácticamente al equipo. ¿Para qué más?. Para darle cohesión, motivándolo para ganar y llevándolo a la lucha bajo su mando, en el que no pueden faltar carisma y sintonía popular. Ya se ve que, hasta ahí, la función del entrenador se parece a la de un mando militar respecto de su unidad. Ahora bien, otra función indispensable del entrenador, no menos honrosa y noble (por así decir) que las otras, es la de hacer de chivo expiatorio cuando llegan las desgracias, aunque éstas no sean debidas a su impericia o incapacidad. Se le despeña con las culpas, el equipo se libra mágicamente de ellas y puede renacer así de sus cenizas (lo que con frecuencia ocurre). Esta es una parte del trabajo tan útil y profesional como las demás pero cuando llega debe parecer un hecho trágico, para que la magia ritual funcione.