Aborrecemos el simplismo, denunciamos la amenaza de sustituir el análisis complejo y la opinión matizada por el mensaje del tuit, tan cercano a la interjección, pero ¿qué poder de explicación y comprensión tenía ya tanta complejidad?. Por ejemplo, en el caso del conflicto árabe-israelí, ¿quién era capaz de hacer una interpretación de los hechos apta para llevar a una conclusión clara?; y, dentro del grupo de los que sí eran capaces, ¿quién podía entender la problemática insoluble de la ciudad de Jerusalem?. Un asunto muy complejo, solíamos decir para huir de la quema sin chamuscarnos. La siguiente pregunta sería en qué medida nuestro fracaso para hacer entendibles las cosas, fruto del afán políticamente correcto de conjugar tantos intereses y puntos de vista, y la impotencia para dar soluciones a la que lleva ese fracaso, no habrá sido la placenta del monstruo simplificador.