Me voy a presentar de nuevo a presidir el partido (PP) porque me lo pide la gente. Me lo piden a diario», dice Fernández Montes, exalcalde de Torremolinos.

«Por la calle me dicen que me presente», afirma Francisco de la Torre, alcalde de Málaga. Joder con la gente. A la gente la ve uno por la calle y parece que van a sus cosas: a trabajar, a comprar el décimo de lotería navideña, a dar un garbeo, hacer la compra, tomar una copa, pasear o descambiar una chaqueta. Pero resulta que están esperando a los políticos para decirles eh, no te vayas. No sabemos si al ritmo de aquella famosa y triste canción, «no te vayas todavía, no te vayas por favor que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós».

Es difícil irse. Que se lo digan a Antoñete. Hacer un paralelismo entre Montes y De la Torre es injusto. Dejo a elección del lector decidir para quién. Pero el caso es que coinciden en el tiempo y casi en el espacio en dos empeños: joder a Elías Bendodo y resistir el agua caliente. Lo de que son, digamos, viejos a mi no me importa. Yo los veo con ambición y deseos de trabajar por sus municipios. Es envidiable la energía que muestran bien pasados los setenta, que son por lo visto los nuevos sesenta, si bien, a lo mejor, piensan que son los nuevos cincuenta. Claro que también hay diferencias entre los dos. Montes quiere controlar el Partido Popular de su municipio y De la Torre en cambio ve el partido como algo que está ahí, sí, un artefacto que organiza actos a los que hay que acudir de vez en cuando y tal. Pero en cuanto puede oculta sus siglas en una campaña electoral, va por libre.

Ambos tienen una seria divergencia con el mundo: el entender que el tiempo político de uno puede agotarse. Que esté realmente agotado parece más claro en el caso de Montes, que se atrinchera y quiere hacer él la lista para las próximas elecciones, laminar a unos cuantos y que le rindan culto a la personalidad. Bendodo actúa en esto como Rajoy, sibilinamente, dosificando la inacción como forma de acción, dejando actuar al tiempo. Alentado que el problema repose por ver si se pudre. Sin dar un golpe en la mesa y expulsar a Montes, por ejemplo. Que no debe ser nada fácil ni a lo mejor sería justo, pero que sí es para lo que a un presidente provincial a veces lo eligen. Si se pudiera ser presidente provincial del PP y un blando a la vez entonces a lo mejor era yo el presidente. O Santo Tomás o un sastre bonachón, por ejemplo. A la gente habría que preguntarle.