En plenas veladas navideñas, los escépticos malagueños también están de celebración y conmemoran cada 20 de diciembre -data del fallecimiento del astrofísico y cosmólogo Carl Sagan- el día mundial del escepticismo en homenaje al investigador y a su defensa del método científico y pensamiento crítico. En una de sus últimas obras, El mundo y sus demonios, Sagan habla de la necesidad de fomentar una incredulidad organizada.

La corriente del razonamiento escéptico se fundamenta en la duda hecha extensiva a todas las cosas, sensaciones o hechos presentados a la conciencia, considerando que toda información debe ser corroborada por la certeza. Así, el escéptico duda de todo, incluso de su propio juicio, y no da por cierta, en principio, ninguna verdad ni acepta dogma alguno, bien sea referido a la religión o a los valores sociales instituidos.

Las preguntas se tornan evidentes cuando en esta época se promueve cierta consigna de aversión a estas fiestas de la Natividad de Jesús. ¿Cómo viven los escépticos la Navidad? ¿Reparten el anhelo del reencuentro con los que están y la añoranza por quienes nos dejaron? ¿Comparten suerte entre compañeros y familiares jugando a la longeva lotería navideña? ¿Disfrutan con intensidad cada uno de los regalos que estos días nos ofrecen: el abrazo después de meses de ausencia; la cena afable de Nochebuena; las reuniones con los amigos entre risas y deseos de prosperidad? ...

Respetando a los escépticos, soy consciente de la quimera de una Navidad ideal; sin embargo, aprecio la que cada uno decide crear como reflejo de sus peculiaridades y tradiciones. Parafraseando a Charles Dickens, es tiempo de revivir las ilusiones de nuestra infancia, de recordarle a la abuela las alegrías de su juventud y de transportar al viajero a su cálido hogar ¡Feliz, feliz Navidad!