De la Torre cumplió ayer 75 años. Felicidades. Francisco Conejo, concejal socialista, tuvo la idea de comprar un palmerón de chocolate para regalárselo antes del pleno. Siempre ha sido un ideólogo. Fair play. Buen rollito. Fue un estupendo detalle no exento del deseo malvado de propagar bastante la pechá de años que contemplan ya al regidor, que sigue ahí, subiendo las escaleras de tres en tres, dale que te pego, paellas populares, peñas, cofradías, dos almuerzos al día. Citando gente en el despacho un domingo por la tarde. Incitando a los demás que a imiten ese espejo de hiperactividad, de hiperpresencia. Lo consigue: los portavoces de los grupos tratan de multiplicarse, haciendo delatorrismo. En otras ciudades no eres nadie si no has saludado alguna vez al alcalde. En Málaga, el alcalde le debe haber dado ya la mano tres veces a cada habitante, por lo menos. Estás en un bar y un nota le está diciendo a otro, ayer vi a Paco, estuvimos un rato charlando. En su un partido, en el PP, contemplan esta longevidad política con una mezcla de admiración y de repelús, barruntando que acabe el mandato y no repita como cabeza de lista, o sea, el peor escenario en cuanto a expectativa de voto para los populares. El partido quiere nombrar a los candidatos en primavera, que es tiempo de florecimientos y renaceres, de fin de frío y desabrigue general. Las muchachas comienzan a enseñar los ombligos y el PP a los candidatos. Cada uno ocupa su tiempo como quiere.

Antes se decía «el sucesor de De la Torre» (iba implícito que sucesor en la alcaldía) ahora se dice «el sucesor de De la Torre como candidato», que no es lo mismo. Mientras haya en el mundo primavera habrá poesía, nos dejó dicho Becquer. Si bien no habría que olvidar aquello de Neruda:

«Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera». Tres cuartos de siglo. Toda una vida. Bueno, toda una vida es ya lo que lleva en la alcaldía. Ayer se dio un poco al compadreo con los plumillas en la copa navideña del Consistorio, también el día antes acudió a la que daba la Diputación, donde, como dirían los cronistas castizos, «charló animadamente» con Elías Bendodo, que venía ufano de aprobar los presupuestos de la institución que preside, de la que ha eliminado la deuda. Lo ha hecho tan bien y está ya todo tan resuelto, él lo dice, que lo lógico es que ya no tenga sentido otro mandato suyo. Él mismo aseguró que no estaría más de dos. Los que lleva. Interesante, interesante.