Llámenle novelería, llámenle aburrimiento, o como quieran llamarle, pero de nuevo ha vuelto a ocurrir. La apertura de un comercio en todo el Centro de Málaga ha estado precedida de esa imagen que a muchos les entristece, les abochorna, incluso les indigna. Sabrán de qué hablo. El pasado miércoles se inauguraba en la esquina de la calle Larios y la plaza de la Constitución ni más ni menos que la nueva tienda de Victoria’s Secret, con la consiguiente expectación desde primera hora de la mañana de un público mayoritariamente femenino pero no excesivamente numeroso. Desde primera hora de la mañana, un grupo de jóvenes hacía paciente y gélida cola junto a la puerta del comercio, en vez de estar, en efecto, camino del instituto o en clase de conocimiento del medio. No vayan a pensar que el reclamo era hacerse una foto con Adriana Lima o Jasmine Tookes por la compra de un par de las escasas bragas que están a la venta en el local, no. Un neceser de la firma se llevaron de regalo Belén, Aurora y las otras 98 primeras clientas. «Victoria’s Secret es pura magia» , confesaba una de ellas. Las firmas internacionales no lo son por casualidad, y la muestra está en las caras de felicidad de quienes el miércoles pudieron pasearse con la bolsita rosa y la leyenda Love impresa en la misma. Lo mismo ocurrió hace algo más de un año, cuando Apple se estrenaba en plena calle Nueva, haciendo que algunos jóvenes incluso pasasen la noche al raso, esperando la apertura. Mismos comentarios (o peores) que los del miércoles generó el interés creado por la firma de la manzanita, de aquellos que parece que se meten ellos mismos en el mismo saco que no deja de ser un simple titular: Málaga enloquece con Apple, como si en Lagunillas todo el mundo tuviese un iPhone, como si en Huelin todas las casas tuviesen un Mac. Hacer cola por un artículo de moda, por un aparato tecnológico, o simplemente por gusto, abochorna y avergüenza, da mala imagen; ahora, colapsar el tráfico para ver bailar las luces de Navidad u ocupar desde primera hora de la mañana las dos orillas de la calle Carretería para ver pasar una cofradía, no, eso no. Eso es moda, eso es éxito turístico, eso es devoción, malagueñismo, tradición, cultura... eso es Málaga, dirá alguno. Afortunadamente, no lo es. Ni lo uno ni lo otro.